Haití

¿Resucitará la azucarera Darbonne en Haití? Entre la esperanza y el escepticismo

La histórica planta, rebautizada en 2001 como Jean Léopold Dominique, lleva una década cerrada. Fue motor económico de Léogâne y símbolo de la industria nacional, pero su reapertura enfrenta dudas por falta de financiamiento y apoyo agrícola.

En Léogâne, a unos 35 kilómetros al suroeste de Puerto Príncipe, los portones oxidados y patios cubiertos de maleza de la azucarera Jean Léopold Dominique -conocida popularmente como Darbonne- son un recordatorio del colapso industrial de Haití. El complejo, que durante décadas fue uno de los mayores motores de empleo y producción agrícola del país, permanece cerrado desde 2015 y su futuro sigue en suspenso.

En sus mejores tiempos, la fábrica procesaba hasta 3.000 toneladas de caña por día y empleaba a más de 1.400 trabajadores directos, además de sostener una red de transportistas, vendedores y productores de caña. Además de producir azúcar, generaba electricidad a partir del bagazo y abastecía de jarabe a la producción artesanal de ron local, conocido como clairin o kleren, parte central de la economía y la identidad cultural de Léogâne.

El cierre de la planta hace una década devastó la economía local. "La clausura mató la vida de Léogâne. Cuando funcionaba, todo el mundo tenía trabajo; ahora todo está en silencio", lamentó André Romulus, contratista que trabajó décadas en el ingenio.

De símbolo de modernización a emblema del abandono

La azucarera fue inaugurada en 1983 bajo la dictadura de Jean-Claude "Baby Doc" Duvalier, como parte de un ambicioso plan estatal para industrializar la agricultura y reducir la dependencia de importaciones. Sin embargo, pocos años después, las reformas de liberalización económica impulsadas por el entonces ministro de Finanzas Leslie Delatour provocaron el cierre masivo de ingenios estatales.

En los años noventa, el país redujo los aranceles del azúcar a apenas un 3 %, lo que abrió las puertas a un torrente de importaciones baratas que desplazaron la producción local. El resultado fue que, hacia los 2000, Haití importaba casi todo el azúcar y el arroz que consumía, dejando a miles de campesinos sin sustento.

En 1999, tras un intenso debate con productores, el entonces presidente René Préval decidió reabrir la planta con apoyo técnico de Cuba. En 2001, la rebautizó con el nombre de Jean Léopold Dominique, periodista y agrónomo asesinado que había defendido los derechos de los agricultores y denunciado la entrada de etanol importado.

Sin embargo, la reapertura nunca alcanzó la sostenibilidad. A lo largo de 14 años, la planta operó con falta de transparencia, deudas crecientes y cosechas cada vez menores. Según el exdirector agrícola Hébert Docteur, la molienda jamás se acercó al potencial de 3.000 toneladas diarias: "El primer año procesó unas 85.000 toneladas y luego se mantuvo entre 120.000 y 180.000 toneladas anuales".

El debate actual: ¿es viable revivirla?

Hoy, mientras algunos sectores oficiales insisten en un plan de reactivación, la mayoría de analistas es escéptica. Economistas advierten que sin financiamiento estable, rendición de cuentas y un programa sólido de replantación de caña, cualquier intento de reapertura terminará en un nuevo fracaso.

Para Gérald Succès, otro contratista vinculado al ingenio, la clave está en volver a sembrar: "Si el gobierno invierte en replantar caña en las colinas y en las tierras abandonadas, el ingenio puede ser sostenible y rentable".

Más allá de las promesas, la falta de confianza en las instituciones y la débil capacidad de inversión del Estado haitiano generan dudas sobre la factibilidad del proyecto. La experiencia de los últimos 40 años muestra que la combinación de apertura comercial indiscriminada, gestión deficiente e inestabilidad política ha golpeado una y otra vez la viabilidad del sector azucarero nacional.

Para los agricultores y trabajadores de Léogâne, sin embargo, la esperanza no muere. La reapertura del ingenio representaría recuperar empleo, dinamizar el comercio local y reactivar la cadena productiva de caña y de clairin, un producto culturalmente arraigado en la región.

El dilema es evidente: mientras los portones de Darbonne continúan cerrados, Haití sigue importando casi todo el azúcar que consume, y la posibilidad de rescatar la última gran azucarera estatal oscila entre la nostalgia, el deseo de resurgimiento y la dura realidad económica.

Agrolatam.com
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