América Latina

El mundo produce más alimentos que nunca, pero el hambre sigue creciendo

Pese a las cosechas récord de trigo y maíz, más de 2.600 millones de personas no acceden a una dieta saludable. El desafío ya no es producir, sino distribuir.

El planeta atraviesa una paradoja: la humanidad nunca produjo tantos alimentos como hoy, pero el hambre y la inseguridad alimentaria siguen aumentando.
Los últimos datos de organismos internacionales muestran que la producción global de cereales -como trigo, maíz y arroz- alcanzará niveles históricos en 2025-2026, con existencias suficientes para cubrir casi un tercio más del consumo mundial.

Desde 1960, los rendimientos agrícolas se triplicaron y las calorías disponibles por persona pasaron de 2.100 a 3.000 diarias. Sin embargo, 2.600 millones de personas en el mundo no pueden costear una dieta nutritiva.
El problema, explican los expertos, no está en la cantidad de alimentos, sino en su distribución y acceso.

Un problema de acceso, no de oferta

Las crisis alimentarias actuales no derivan de malas cosechas, sino de conflictos, desigualdad económica y fallas en la gobernanza.
Regiones como Gaza, Sudán o Yemen enfrentan emergencias alimentarias no por falta de producción, sino por bloqueos, guerras y pobreza extrema, que impiden que los alimentos lleguen a quienes más los necesitan.

Incluso en países con alta productividad agrícola, el encarecimiento de los alimentos, la inflación y la pérdida de poder adquisitivo dificultan el acceso a dietas saludables. "El hambre del siglo XXI es un problema político y económico, no biológico", resumen los analistas.

Cambio climático y riesgos estructurales

A esto se suma el impacto del cambio climático, que representa una amenaza creciente para la estabilidad de los sistemas agroalimentarios.
Aunque la agricultura global ha demostrado una notable capacidad de adaptación, los eventos climáticos extremos -olas de calor, sequías prolongadas y escasez de agua- están afectando los rendimientos en zonas tropicales y semiáridas.

Si las temperaturas globales superan los 2 °C, los principales cultivos -trigo, maíz y arroz- podrían registrar caídas del 10 % al 20 % en su productividad, advierten estudios recientes.
Esto pondría bajo presión a los países importadores de alimentos básicos y ampliaría la brecha entre productores y consumidores vulnerables.

Comercio, precios y políticas públicas

Las políticas comerciales también juegan un papel decisivo. Durante la crisis alimentaria de 2007-2008, decenas de países impusieron restricciones a las exportaciones para proteger sus mercados internos, lo que disparó los precios internacionales hasta un 80 % y agravó la escasez global.

Episodios similares se repitieron en los últimos años, cuando conflictos geopolíticos y tensiones arancelarias interrumpieron las cadenas de suministro de granos.
Aunque hoy el mundo produce más que nunca, la volatilidad de los precios y la concentración del comercio continúan amenazando la estabilidad alimentaria de millones de personas.

Frente a esto, los expertos coinciden en que el desafío no es producir más, sino distribuir mejor.
Ello requiere infraestructura logística eficiente, reducción de pérdidas postcosecha, inversión en almacenamiento y políticas públicas que prioricen la seguridad alimentaria sobre la rentabilidad a corto plazo.

América Latina: potencia agrícola con deudas sociales

En América Latina, la paradoja global se hace evidente.
La región es una de las principales proveedoras de alimentos del planeta, con países como Brasil, Argentina, México, Colombia y Paraguay entre los mayores exportadores de cereales, oleaginosas y proteínas animales.
Sin embargo, más de 56 millones de personas en la región siguen sufriendo inseguridad alimentaria, según datos regionales recientes.

Los organismos multilaterales advierten que la modernización agroindustrial no será suficiente si no se acompaña de políticas redistributivas, apoyo a la agricultura familiar y protección frente al cambio climático.
Los pequeños productores -que generan hasta el 70 % de los alimentos que se consumen localmente- continúan enfrentando limitaciones en financiamiento, tecnología e infraestructura.

El escenario global exige un cambio de paradigma: la solución al hambre no está en sembrar más hectáreas, sino en garantizar que los alimentos existentes lleguen a todos.
En un mundo con récords productivos pero desigualdad creciente, el reto más urgente es convertir la abundancia agrícola en seguridad alimentaria real.

Agrolatam.com
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