América Latina

UE-Mercosur: bajo impacto en Países Bajos y nuevas oportunidades para Sudamérica

Un estudio neerlandés muestra efectos mínimos en su agricultura, mientras el Mercosur ve una posibilidad de ampliar exportaciones de carne y granos hacia Europa.

Las protestas de agricultores y organizaciones sociales en Bruselas contra el acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur reflejan la tensión que genera este tratado, aún pendiente de ratificación definitiva. Temores sobre la llegada de carne y granos sudamericanos a precios competitivos movilizan a sectores europeos. Sin embargo, un reciente informe de Wageningen University & Research (WUR) indica que, al menos para Países Bajos, los efectos serán limitados.

Según el estudio presentado en la Cámara de Representantes neerlandesa, las pérdidas de ingresos hacia 2040 serían marginales: en torno a 590 euros por productor de terneros de engorde, 530 euros para productores de huevos y 420 euros para ganaderos de carne. La razón es simple: la ganadería de Países Bajos está centrada en la producción láctea, mientras que la carne vacuna proviene mayormente de vacas lecheras descartadas y no de un rodeo especializado.

En cambio, el impacto en Sudamérica es mucho mayor, no tanto por pérdidas, sino por las oportunidades comerciales y los desafíos estructurales que plantea el acuerdo.

Ventanas de acceso para Mercosur

El tratado contempla cupos de importación sin aranceles hacia la UE para productos agrícolas clave: carne bovina, carne aviar, cerdo, arroz, miel, etanol, maíz y varios lácteos. También se establecieron acuerdos específicos con Brasil y Paraguay en materia de azúcar, y facilidades para exportar queso, leche en polvo y fórmulas infantiles desde Europa hacia Sudamérica.

Esto significa que Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay tendrán un acceso privilegiado al mercado europeo, uno de los más exigentes y de mayor poder adquisitivo del mundo. Para la carne vacuna, que es la bandera exportadora de Mercosur, la apertura resulta estratégica: la UE paga precios altos por cortes premium, mientras que el bloque sudamericano posee capacidad de producción y competitividad de costos.

Diferencia de percepciones

En Europa, el temor radica en que la llegada de productos de bajo costo desde América Latina presione los precios internos. Sin embargo, el estudio de WUR muestra que las variaciones de precios serían mínimas, salvo en carne vacuna y aviar. Incluso en esos rubros, el efecto sobre los productores neerlandeses se considera "particularmente bajo".

En América Latina, en cambio, el acuerdo es visto como una oportunidad histórica, aunque con condiciones: cumplir con exigencias de sostenibilidad, trazabilidad y reducción de huella de carbono que la Unión Europea incorpora en su política agrícola y comercial.

Carne y avicultura en el centro

El mayor ajuste se daría en la industria procesadora de carne bovina en Países Bajos, que podría perder un 15,6 % de su valor de producción hacia 2040 (unos 458 millones de euros). Pero en el Mercosur la historia es otra: los frigoríficos sudamericanos están a la expectativa de captar una mayor porción del mercado europeo, especialmente en cortes de alto valor como lomo, bife ancho y carne certificada de pastura.

La avicultura también se verá impactada. Mientras en Países Bajos se proyecta una reducción en su producción, Brasil y Argentina podrían expandir sus envíos de carne aviar a la UE, aprovechando la demanda creciente de proteínas a precios competitivos.

Condicionantes ambientales y políticos

El debate no se reduce a cifras comerciales. En la UE, el acuerdo es cuestionado por sectores ambientalistas que exigen garantías sobre deforestación, uso de agroquímicos y emisiones de gases de efecto invernadero en Sudamérica. Estos puntos son sensibles para Brasil y Paraguay, donde la expansión agrícola ha estado ligada a la presión sobre ecosistemas.

Además, el acuerdo llega en un contexto de tensiones geopolíticas: la guerra en Ucrania, las disputas comerciales con China y Estados Unidos y la necesidad europea de diversificar proveedores hacen que América Latina gane relevancia. Pero al mismo tiempo, crece la presión para que la región adopte estándares más estrictos de producción sostenible.

Para los países del Mercosur, el reto es aprovechar la apertura de cuotas sin aranceles para mejorar su inserción en un mercado de alto valor, pero sin descuidar la inversión en trazabilidad, certificaciones ambientales y tecnologías que aseguren el cumplimiento de las reglas europeas.

El contraste es claro: mientras Países Bajos apenas percibirá un impacto marginal en su agricultura, Sudamérica se enfrenta a la posibilidad de ganar nuevos espacios de mercado, siempre que logre equilibrar competitividad con sostenibilidad. El acuerdo UE-Mercosur se convierte así en un punto de inflexión: un desafío para los europeos en términos de opinión pública, pero sobre todo una oportunidad estratégica para la agroindustria latinoamericana.

Agrolatam.com
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