Agricultura protegida en México enfrenta aranceles, sobreoferta y cambios en la demanda
Con 78 mil hectáreas en operación, el sector de invernaderos y macro túneles atraviesa un escenario complejo marcado por la incertidumbre comercial, la caída en exportaciones y la necesidad de alinear producción con objetivos de rentabilidad.
La industria de la agricultura protegida en México, que abarca invernaderos, mallas sombra y macro túneles, atraviesa una etapa decisiva. Con una superficie cercana a las 78,000 hectáreas en operación, de las cuales 46 mil se dedican a hortalizas y 29 mil a berries, el sector enfrenta un escenario desafiante marcado por aranceles impuestos en su principal mercado de exportación, la sobreoferta interna y cambios en los hábitos de consumo.
El golpe más reciente lo sufrió el tomate, producto estrella del sector, cuyas exportaciones se redujeron 19,2% anualizadas en el primer semestre de 2025, según Banxico. El valor de los envíos alcanzó los 1,421 millones de dólares, muy por debajo del récord de 1,758 millones registrado en el mismo período de 2024. La caída coincide con la aplicación en Estados Unidos de una cuota antidumping de 17,09%, lo que genera riesgo de pérdida de más de 100 mil empleos y podría reducir los envíos hasta en un 25%, de acuerdo con la consultora GCMA.
Más allá del caso del tomate, la industria en su conjunto enfrenta un dilema estructural: producir más no siempre significa generar mayor rentabilidad. En palabras de especialistas, el objetivo debe ser medir no solo los volúmenes, sino la capacidad de monetizar la producción, considerando variables como precios, costos de tecnificación y acceso a mercados.
En estados como Sinaloa y Jalisco, referentes en hortalizas y berries, muchos productores han apostado por tecnologías pasivas para ampliar superficie con menor inversión. Esto les permitió altos volúmenes, pero con calidades variables que terminaron saturando los mercados y desplomando precios. Al mismo tiempo, otros proyectos invirtieron en invernaderos de vidrio y sistemas de clima artificial de alto costo, que si bien lograron calidad óptima, no siempre encontraron condiciones de mercado que justificaran la inversión.
La agricultura protegida nacional tiene hoy una capacidad instalada superior a 8 mil millones de dólares, entre estructuras productivas, empaques, cuartos fríos y plantas procesadoras. Emplea de forma directa e indirecta a cerca del 2% de la población económicamente activa, consolidándose como un sector estratégico para la seguridad alimentaria y el desarrollo económico.
Sin embargo, las señales actuales apuntan a la necesidad de una planeación más rigurosa. Los expertos recomiendan ajustar la tecnificación de acuerdo con la región, el clima y el mercado objetivo, evitando tanto la subinversión que deriva en baja calidad como la sobreinversión que tarda años en amortizarse.
La evolución del consumidor también juega un papel clave. Hoy, los compradores buscan conveniencia, trazabilidad, inocuidad y responsabilidad social en los alimentos que consumen. Ya no se trata solo de vender tomates, berries o flores, sino de ofrecer una experiencia asociada a calidad, sabor y confianza.
En este contexto, la diversificación de mercados es vista como una estrategia urgente para reducir la dependencia de Estados Unidos y abrir oportunidades en Asia, Europa y América Latina. La clave será equilibrar la producción con la demanda real y garantizar que las inversiones en tecnología se traduzcan en sostenibilidad y utilidades, evitando repetir los errores de sobreoferta que han golpeado al sector en ciclos anteriores.
La agricultura protegida mexicana, que en poco más de dos décadas se convirtió en referente mundial, enfrenta hoy la tarea de reinventarse bajo nuevas reglas de mercado. El reto será mantener su dinamismo, asegurar empleos y aprovechar el valor de la innovación sin perder de vista la rentabilidad que garantiza la continuidad de los proyectos.