Calor Global: Lo que Asia nos advierte sobre el futuro climático de América Latina
Un informe de la OMM confirma que Asia se calienta al doble del promedio global, provocando eventos extremos que alteran flujos agroalimentarios y ecosistemas. ¿Qué lecciones deja esta crisis climática para América Latina y su seguridad hídrica, alimentaria y productiva?
,El informe State of the Climate in Asia 2024 de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) revela una advertencia crítica: Asia se está calentando casi al doble de la media global, lo que exacerba la frecuencia y severidad de eventos climáticos extremos como olas de calor, ciclones, lluvias intensas, sequías e inundaciones. Esta dinámica no solo plantea un problema regional, sino que tiene implicancias estructurales para la seguridad alimentaria y climática mundial, donde América Latina no es ajena.
El hecho de que Asia, una región clave en la producción de arroz, trigo, algodón y otros commodities agrícolas, enfrente temperaturas récord y pérdida acelerada de glaciares, altera los flujos comerciales globales de alimentos. Esto se traduce en mayor volatilidad en los precios internacionales, lo que afecta directamente la balanza comercial agroalimentaria latinoamericana, tanto en términos de oportunidades de exportación como de presión por mayores importaciones en productos estratégicos. A esto se suma la posibilidad de disrupciones logísticas globales y un posible cambio en los patrones de consumo y abastecimiento que impactarán también a los países latinoamericanos exportadores netos.
El informe detalla que el aumento de temperatura en Asia fue de 1,04°C por encima del promedio 1991-2020, mientras que la tendencia de calentamiento regional es el doble de la observada entre 1961-1990. Esto se traduce en condiciones meteorológicas más extremas y frecuentes, con impactos humanos y económicos que alcanzaron a decenas de millones de personas. En Asia Central, las inundaciones afectaron a más de 118000 personas, mientras que Nepal reportó 246 muertes por eventos vinculados al clima. China enfrentó sequías que dañaron más de 400.000 hectáreas de cultivos y afectaron a 4,76 millones de personas.
Esta situación, aunque geográficamente distante, funciona como termómetro de alerta temprana para América Latina. En efecto, fenómenos similares se observan en la región, como la variabilidad climática en la cuenca del Amazonas, la intensificación de eventos extremos en el Cono Sur y el deshielo andino, que amenaza la seguridad hídrica de millones. Además, en ambos continentes hay un punto en común: la fragilidad de las infraestructuras rurales, la dependencia de la agricultura de secano, y una débil capacidad institucional para anticipar crisis climáticas prolongadas.
Asimismo, el océano también da señales de alarma: en las costas asiáticas del Índico y el Pacífico se detectaron olas de calor marinas sin precedentes, con un calentamiento de 0,24°C por década, superando el promedio mundial. Esto representa una amenaza directa para la pesca artesanal y la biodiversidad costera, algo de especial preocupación también en América Latina, donde el fenómeno de El Niño ya mostró su capacidad destructiva tanto en los litorales del Pacífico como del Atlántico.
Por otra parte, la pérdida de masa glaciar en el "Tercer Polo" asiático, que incluye regiones como el Himalaya y Tian Shan, donde 23 de 24 glaciares monitoreados mostraron retrocesos importantes, anticipa un futuro inmediato con riesgos de desbordes, inundaciones y crisis hídricas estacionales. En la cordillera andina latinoamericana, la situación presenta paralelismos preocupantes. Glaciares clave en países como Perú, Bolivia y Chile también están en retroceso, lo que amenaza no solo a las poblaciones rurales y urbanas, sino a toda la infraestructura agrícola y energética que depende del agua de deshielo.
El informe de la OMM enfatiza que países como Nepal, que invirtieron en sistemas de alerta temprana y monitoreo climático, lograron mitigar el impacto en vidas humanas y reducir daños en infraestructura y cultivos. Esta experiencia resulta fundamental para América Latina, donde la cooperación regional y el fortalecimiento institucional aún son desafíos pendientes. La inversión en tecnificación, agricultura digital, biotecnología, trazabilidad y resiliencia climática, promovida por organismos multilaterales como la FAO, IICA y BID, debe traducirse en acciones concretas para adaptar al agro latinoamericano frente a un clima que cambia cada vez más rápido.