La floración de cítricos en Brasil se ve amenazada por la falta de lluvias
En las principales zonas productoras de São Paulo y Minas Gerais, la escasez de precipitaciones pone en riesgo la floración y el cuajado de frutos para la próxima campaña citrícola.
El Centro de Estudios Avanzados en Economía Aplicada (Cepea) alertó que la sequía persistente en el cinturón citrícola brasileño podría comprometer la floración de naranjos y limoneros, etapa clave que define el rendimiento de la próxima cosecha. Aunque se registraron algunas lluvias la última semana en São Paulo y en el Triângulo Mineiro, su cantidad y regularidad fueron insuficientes para revertir el déficit hídrico acumulado en los suelos de la región.
De acuerdo con el Cepea, este momento es decisivo para establecer el potencial productivo de la zafra 2026, ya que la floración depende no solo de la humedad inicial sino también de condiciones climáticas estables durante las semanas siguientes, cuando se produce el cuajado de frutos. Si las lluvias no se consolidan y las temperaturas diurnas se mantienen elevadas, los cultivos podrían experimentar una alta caída de flores y una reducción significativa del rendimiento.
Las proyecciones meteorológicas no son alentadoras. Los pronósticos indican que no se esperan precipitaciones relevantes en los próximos días para las áreas citrícolas de São Paulo y Minas Gerais. Por el contrario, se prevén temperaturas cálidas y baja humedad, un escenario que eleva el riesgo de estrés hídrico en los huertos recién florecidos. Los técnicos coinciden en que la combinación de calor intenso y sequedad atmosférica es particularmente crítica para el desarrollo de los botones florales, ya que puede provocar su aborto o la pérdida de los frutos recién formados.
Sequía y estrés térmico: un patrón que se repite
Según el Cepea, la situación actual recuerda a la campaña 2025, cuando la falta de lluvias durante el período de floración redujo el cuajado y provocó menores rendimientos en buena parte del cinturón citrícola. En aquel año, los productores reportaron caídas de hasta 20 % en la producción de naranjas destinadas tanto al consumo en fresco como a la industria del jugo concentrado.
Los productores consultados por el instituto señalaron que la regularidad de las lluvias entre agosto y octubre es fundamental para garantizar el desarrollo de la floración y evitar pérdidas. "El suelo necesita recuperar humedad antes de que la planta entre en la fase de cuajado; de lo contrario, se perderá buena parte de la primera floración", explicaron técnicos del sector. La ausencia de lluvias en esta etapa crítica no solo afecta la cantidad de frutos por árbol, sino también el tamaño y la calidad de la fruta que llegará al mercado el próximo año.
El cinturón citrícola de Brasil, que abarca gran parte del interior de São Paulo y el sur de Minas Gerais, es responsable de más del 70 % de la producción nacional de naranjas y del suministro de materia prima para la industria procesadora, que abastece más del 60 % del comercio mundial de jugo de naranja. Cualquier alteración climática durante la floración repercute directamente en la oferta global y en los precios internacionales, especialmente en un contexto de alta demanda de jugos naturales y recuperación del consumo pospandemia.
En los últimos años, la variabilidad climática ha obligado a los productores brasileños a invertir en sistemas de riego complementario, manejo de coberturas vegetales y monitoreo agrometeorológico. Sin embargo, muchos huertos -en especial los medianos y pequeños- aún dependen casi exclusivamente de las lluvias naturales para mantener la humedad del suelo. En este escenario, cada período seco prolongado se traduce en menor productividad y mayores costos de manejo.
Los especialistas advierten que el patrón actual de sequía temprana podría repetirse en los próximos años si persisten las anomalías térmicas asociadas a La Niña, que tienden a reducir las lluvias en el sudeste brasileño. A esto se suma la exigencia de floraciones múltiples, una estrategia adoptada por muchos citricultores para estabilizar rendimientos, pero que requiere una gestión hídrica más precisa y constante.
El Cepea subrayó que las próximas semanas serán determinantes para la floración 2026, ya que definirán si las condiciones permitirán sostener los brotes o si el déficit hídrico se traducirá en pérdidas definitivas. En tanto, el sector mantiene su atención puesta en la evolución del clima y en las posibles medidas de mitigación, conscientes de que la falta de humedad en esta etapa puede marcar la pauta de toda la próxima cosecha.