Calor Extremo en China: cómo impacta en el agro del gigante asiático y qué señales envía al mundo
Una ola de calor inusualmente temprana azota el este de China, elevando las temperaturas hasta los 40°C en las principales zonas agrícolas e industriales.
El este de China enfrenta una de las olas de calor más intensas de los últimos años. La denominada temporada de Sanfu, un período climático clave para el calendario agrícola chino, se adelantó de forma inusual, exponiendo al país a temperaturas que superan los 40 grados Celsius en provincias como Anhui, Zhejiang, Henan y Hubei. Estos territorios no solo son centros manufactureros de escala global, sino también fundamentales para la producción de alimentos, arroz, algodón y vegetales, pilares del agro chino.
La presión térmica se concentra sobre la cuenca del río Yangtze, una región densamente poblada y económicamente vital. Afecta a millones de pequeños y medianos productores rurales, compromete el rendimiento de cultivos sensibles al estrés térmico y multiplica los riesgos de sequía en zonas ya afectadas por precipitaciones por debajo de la media, como la provincia de Sichuan. A su vez, impacta en la producción hidroeléctrica, clave para abastecer al este industrial y mantener los procesos agroindustriales que dependen de un suministro eléctrico constante.
El calor no solo perjudica al sector agrícola, sino que también tensiona la red eléctrica. La demanda de energía alcanzó un récord de 1.470 millones de kilovatios a nivel nacional, con el aire acondicionado representando más de un tercio del consumo en el este del país. Esto limita la capacidad de procesamiento agroindustrial y encarece la conservación de alimentos perecederos, afectando la cadena de frío.
La situación también genera efectos en la logística. Las altas temperaturas reducen la eficiencia operativa en puertos, centros de empaque y distribución. La exposición prolongada al calor obliga a limitar la jornada laboral en el campo y en industrias asociadas al agro, disminuyendo productividad y encareciendo los costos.
Además, las perspectivas climáticas elevan la incertidumbre sobre la seguridad alimentaria de la segunda economía mundial. Si bien los analistas no esperan un verano récord, el adelanto del calor ya pone en jaque la campaña agrícola de medio año. En 2022, olas de calor similares derivaron en una pérdida agrícola significativa, y según datos publicados en la revista The Lancet, provocaron más de 50.000 muertes relacionadas al calor.
China, que mantiene grandes reservas de alimentos estratégicos, enfrenta un dilema: volcar estos stocks para estabilizar precios internos o mantenerlos como amortiguador ante una campaña de otoño incierta. Este debate afecta las decisiones comerciales globales y podría influir en las importaciones de granos, oleaginosas y alimentos procesados en el corto plazo.
Desde la óptica de los agronegocios internacionales, el fenómeno chino debe seguirse con atención. Una merma en la producción agrícola del país asiático puede abrir nuevas oportunidades para exportadores agropecuarios como Brasil, Australia o incluso Argentina, que históricamente han abastecido su demanda en soja, maíz y carnes.
La ola de calor también refuerza un mensaje clave para la agricultura mundial: el cambio climático ya está afectando la producción y logística agroalimentaria a escala planetaria. Para los países exportadores, esto implica riesgos pero también oportunidades si logran sostener la sustentabilidad, trazabilidad y capacidad de respuesta ante la volatilidad global. En ese sentido, el caso chino es un espejo donde mirar no solo el presente climático, sino el futuro de los sistemas alimentarios globales.