El piñón blanco se perfila como nuevo cultivo estratégico
Analizan el potencial del pino piñonero, un árbol milenario que podría transformar la matriz frutícola chilena por su alta rentabilidad y demanda global.
En un escenario donde la diversificación agrícola y la sostenibilidad ganan terreno, un fruto con historia milenaria comienza a despertar interés en Chile: el piñón blanco del pino piñonero (Pinus pinea), una especie originaria del Mediterráneo que hoy se presenta como una alternativa de alto valor para las zonas centro y sur del país.
Durante un encuentro organizado por el Instituto Forestal de Chile (INFOR), especialistas y empresarios del rubro forestal y agroalimentario analizaron las oportunidades productivas y comerciales de este cultivo, cuyo valor en el mercado internacional lo posiciona como uno de los frutos secos más caros del mundo, con precios que superan los US$100 por kilo en el retail internacional.
Según los expositores, el clima templado y los suelos arenosos del centro-sur chileno, desde la Región del Maule hasta Los Ríos, ofrecen condiciones ideales para su desarrollo, lo que abre la posibilidad de incorporar un nuevo cultivo estratégico a la canasta exportadora nacional.
Un fruto con historia, tecnología y visión de futuro
El piñón blanco, presente en la dieta mediterránea desde tiempos del Imperio Romano, se destaca por su alto valor nutricional, su versatilidad culinaria y su simbolismo cultural. Hoy, países como España, Turquía e Italia lideran la producción mundial, pero la demanda internacional supera ampliamente la oferta, impulsada por las tendencias hacia alimentos saludables y de origen sustentable.
En Chile, el pino piñonero ya cuenta con cerca de 6.000 hectáreas plantadas, aunque la mayoría se encuentra en etapa juvenil. De acuerdo con el INFOR, gran parte de las piñas recolectadas no llega al mercado por falta de centros de acopio y procesamiento, lo que representa una oportunidad concreta para inversiones en infraestructura, maquinaria e industrialización.
La tecnificación aparece como una de las claves del negocio. En países mediterráneos, los productores han logrado acortar los tiempos de producción mediante injertos y manejo agronómico avanzado, reduciendo de 15 a solo 5 años el período de espera para la primera cosecha. Además, se implementaron técnicas de apertura artificial de piñas, lo que permite acelerar la oferta al mercado sin depender exclusivamente del ciclo natural.
El modelo productivo del pino piñonero también se alinea con los principios de la economía circular. Sus subproductos -cáscaras, restos de piñas y polvo de semilla- se reutilizan como biomasa, fertilizante o mulch, evitando residuos y generando nuevos encadenamientos productivos.
Expertos en manejo forestal y agronómico remarcan que el éxito del cultivo depende de la planificación técnica: la poda adecuada, el riego suplementario en zonas secas, la selección genética y el uso de maquinaria específica son factores determinantes para lograr piñones de alta calidad, cuya rentabilidad depende del tamaño, color y limpieza del grano.
Para los especialistas, el piñón blanco mediterráneo representa una oportunidad estratégica para Chile, no solo por su alto valor económico, sino por su adaptabilidad y demanda global creciente. La recomendación es avanzar gradualmente, consolidando primero pequeñas producciones de alta calidad orientadas a nichos gourmet, para luego escalar la oferta y proyectarse hacia mercados internacionales como Europa, Estados Unidos, Japón y Medio Oriente.
Desde el INFOR destacan que el país ha avanzado en la investigación y domesticación de la especie, consolidando un conocimiento técnico que lo posiciona como referente en el hemisferio sur. Las condiciones naturales, la experiencia exportadora y el capital humano especializado dan a Chile ventajas comparativas frente a otros países que recién comienzan a explorar este cultivo.
El desafío, sostienen los investigadores, será profesionalizar y tecnificar la cadena, sumando infraestructura, capacitación y transferencia tecnológica para convertir al pino piñonero en una alternativa frutícola rentable, sustentable y de largo plazo.
Un árbol que puede vivir más de un siglo podría transformarse, en pocos años, en una nueva joya verde para la agroexportación chilena.