Colombia prueba otra forma de secar café: el método que podría cambiar todo en el postcosecha.
Un equipo de ingenieros desarrolló un sistema que reduce el consumo energético, mejora la inocuidad y conserva la calidad del grano. El nuevo método podría marcar un antes y un después en el secado de café en Colombia.
Colombia acaba de dar un paso clave en la transformación del proceso de secado del café, una de las etapas más determinantes en la calidad final del grano. Un equipo de investigación de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) presentó un sistema que permite secar el café de forma estática, sin moverlo ni exponerlo a contaminantes, y con un consumo energético significativamente menor.
La tecnología se basa en un lecho fijo con flujo de aire controlado, que evita el constante movimiento del grano durante el proceso de secado. Esto reduce el daño físico, mejora la conservación de sus propiedades organolépticas y optimiza la inocuidad, ya que se minimiza el riesgo de contaminación.
Según explicó el investigador Jorge Iván Quintero, uno de los responsables del desarrollo, este sistema está diseñado para garantizar una mayor uniformidad en el secado, sin comprometer la calidad. Además, puede reducir hasta un 30% el consumo energético comparado con los métodos tradicionales, lo cual representa una ventaja competitiva en tiempos donde la eficiencia y la sostenibilidad son prioridades del sector.
El prototipo fue diseñado en la sede Bogotá de la UNAL y está siendo evaluado para su implementación en distintos tipos de explotaciones, desde pequeños caficultores hasta operadores industriales. El objetivo es ofrecer una solución adaptable, eficiente y viable para los distintos eslabones de la cadena cafetera.
Esta propuesta surge como respuesta a una necesidad concreta del sector: mejorar los procesos poscosecha sin comprometer el perfil de taza del café colombiano. El secado, muchas veces relegado frente a otras etapas como la fermentación o el tostado, tiene un impacto directo en la calidad final del producto, y por tanto, en su valor comercial.
Con más de 500.000 familias que dependen de la caficultura en Colombia, este tipo de desarrollos podrían convertirse en herramientas estratégicas para incrementar la competitividad, mejorar la trazabilidad y responder a los estándares internacionales de inocuidad y sostenibilidad.