Sembrar para quedarse: el proyecto que impulsa cultivos familiares en el Corredor Seco de Guatemala
Más de 600 familias rurales en Jalapa y Chiquimula se suman a una iniciativa que busca transformar patios en huertos productivos. Una apuesta por la seguridad alimentaria, la resiliencia climática y el arraigo en una de las zonas más vulnerables del país.
Cultivar esperanza en tierra seca: una red de huertos familiares crece en Guatemala
En una región marcada por la escasez hídrica, el hambre estacional y la migración forzada, más de 600 familias rurales del Corredor Seco de Guatemala han comenzado a cambiar su realidad sembrando en casa. La iniciativa -impulsada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Ministerio de Agricultura (MAGA), con el apoyo de la Unión Europea- apuesta por el desarrollo de huertos familiares para producir hortalizas frescas, nutritivas y sostenibles.
Los departamentos de Jalapa y Chiquimula, históricamente golpeados por el cambio climático y los bajos índices de desarrollo, son el epicentro del proyecto. Allí, el clima extremo y las lluvias irregulares complican la producción agrícola tradicional, pero los pequeños sistemas de cultivo adaptados al entorno se presentan como una solución viable y replicable.
"El objetivo es fortalecer la seguridad alimentaria y nutricional de estas comunidades mediante el autoabastecimiento de verduras y hierbas frescas", explican desde la FAO. Para ello, cada familia recibe materiales, semillas, capacitación técnica y acompañamiento, permitiendo que patios, terrazas o pequeñas parcelas se conviertan en espacios productivos y resilientes.
La estrategia también fomenta el uso eficiente del agua, con técnicas de riego por goteo y recolección de lluvia, así como prácticas agroecológicas que disminuyen la dependencia de agroquímicos. De este modo, se promueve un modelo agrícola de bajo costo y alto impacto nutricional, ideal para enfrentar los desafíos del cambio climático en la región.
Además de producir alimentos frescos para el autoconsumo, los huertos permiten que algunas familias generen ingresos extra vendiendo el excedente en mercados locales. Esta diversificación productiva reduce la presión migratoria y refuerza el arraigo territorial de las comunidades, especialmente entre las mujeres, que lideran muchas de estas iniciativas.
El Corredor Seco, que abarca zonas de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, es una de las regiones más vulnerables a nivel climático en América Latina, con sequías recurrentes, pobreza rural y altos índices de desnutrición infantil. Según datos de la FAO, el 49% de los hogares guatemaltecos en esta franja sufre de inseguridad alimentaria, lo que hace urgente y estratégica la implementación de este tipo de proyectos.
El modelo, que combina conocimiento ancestral y asistencia técnica moderna, ya muestra resultados alentadores. Algunas comunidades han comenzado a intercambiar semillas, organizar ferias agroecológicas y compartir saberes entre generaciones, recuperando una soberanía alimentaria que parecía perdida.
"Estamos sembrando para quedarnos, para no tener que irnos", dicen desde los huertos. Una frase que resume no solo el espíritu del proyecto, sino también el deseo profundo de permanecer y prosperar, aún en tierra difícil.