La fruticultura chilena busca duplicar su impacto con más agua, inversión y promoción pública
El sector exportador proyecta seguir creciendo, pero advierte que el acceso al agua, la logística y la imagen país serán claves para sostener la competitividad.
El sector frutícola chileno atraviesa un ciclo de expansión sin precedentes y podría duplicar su contribución a la economía nacional si se abordan tres desafíos estructurales: infraestructura hídrica, inversión productiva y promoción internacional.
Así lo planteó Iván Marambio, presidente de Frutas de Chile, durante una jornada sobre comercio global, donde analizó el rol económico y social que desempeña la agroindustria en el desarrollo del país.
El dirigente destacó que la fruticultura "es una de las actividades más descentralizadas, que genera empleo en regiones, impulsa servicios asociados y dinamiza la economía rural". Según los datos del gremio, las exportaciones de fruta superaron los tres millones de toneladas en la última temporada, un 17% más que el año anterior y 25% de crecimiento acumulado en dos años, cifras que consolidan al país como uno de los principales proveedores del hemisferio sur.
Cada hectárea frutal genera -según los cálculos del sector- más de 80 mil dólares anuales y 1,6 empleos directos, lo que convierte al rubro en un motor territorial con amplio efecto multiplicador. "La minería mueve grandes volúmenes, pero la fruticultura tiene un impacto cuatro veces mayor en términos de PIB generado por dólar exportado, porque emplea más personas y distribuye mejor sus beneficios", señaló Marambio.
Sanidad, mercados y marca país: los ejes de la estrategia frutícola
Durante su exposición, el titular de Frutas de Chile subrayó que mantener la sanidad vegetal es el primer paso para sostener la posición del país como proveedor confiable. "Sin fruta sana no hay exportación posible. La fitosanidad es nuestra licencia para seguir vendiendo al mundo", expresó.
En ese sentido, el gremio trabaja junto a las autoridades del sector agropecuario en protocolos preventivos y vigilancia de plagas, un esfuerzo que consume recursos técnicos y financieros, pero resulta esencial para conservar el acceso a los mercados.
Marambio también destacó la importancia de la diversificación comercial y la defensa de los destinos consolidados, mencionando los avances en negociaciones con países de Asia y Oceanía, así como los vínculos de cooperación que permiten mantener acuerdos vigentes. "Abrir un mercado toma años y defenderlo requiere constancia y coordinación público-privada", apuntó.
Uno de los ejes más urgentes, dijo, es reforzar la promoción internacional de la fruta chilena. El sector privado destina millones de dólares al año a campañas en el extranjero, pero el dirigente insistió en que "el esfuerzo no puede recaer solo en las empresas". Propuso mayor participación del Estado en la promoción de la imagen país y en la articulación de misiones comerciales conjuntas.
La incertidumbre económica global -marcada por nuevas tarifas, conflictos logísticos y medidas proteccionistas- también fue parte del análisis. Marambio reconoció que las tensiones comerciales y el aumento de aranceles en Estados Unidos generan un clima de inestabilidad para productos como uvas y arándanos, que podrían enfrentar desvíos de flujos y sobreoferta. "El problema ya no es solo el precio, sino la incertidumbre permanente", advirtió.
El dirigente remarcó que uno de los riesgos más altos del modelo actual es la concentración de exportaciones en pocos destinos, en especial el mercado asiático. "Hoy el 90% del valor exportado de cerezas se dirige a un solo país. Es necesario diversificar, fortalecer Norteamérica, Europa y el Sudeste Asiático", señaló.
Pero el desafío más estructural -subrayó- es el agua. "Chile tiene tecnología en desalinización y energías limpias. Si transformamos esa capacidad en una política nacional, podríamos garantizar suministro para la agricultura, la industria y las ciudades", planteó.
La falta de obras hídricas y de gestión integrada del recurso, agregó, limita la expansión de nuevos cultivos y pone en riesgo la competitividad frente a otros países productores del hemisferio sur.
Al cierre, Marambio hizo un llamado a mirar el futuro con una visión más integral de la agroexportación: "Debemos enfocarnos en el consumidor final, ofrecer calidad superior y una experiencia distinta. Ese es el camino para crecer de forma sostenida".
También apoyó la meta del sector privado de elevar las exportaciones totales de Chile a 150 mil millones de dólares en cinco años, aportando desde la fruticultura entre 400 y 500 millones anuales en crecimiento real del PIB.
"Sabemos cómo hacerlo, pero necesitamos condiciones básicas: agua, promoción y un entorno de inversión estable", concluyó.