Bolivia

Maleza bajo control: la batalla que define el éxito del trigo en Bolivia

A pesar de los avances tecnológicos, el control de malezas sigue siendo un talón de Aquiles para los productores de trigo en Bolivia. Un enfoque más amplio e integrado podría ser la clave para sostener la productividad del sistema agrícola más importante del país.

En el oriente boliviano, donde el sistema soya-trigo-sorgo se ha consolidado como la estructura agrícola dominante, el manejo de malezas en trigo emerge como un desafío técnico clave para sostener la productividad del ciclo agrícola. Si bien los avances en maquinaria, genética y agricultura de precisión han permitido mejoras en muchas áreas, el control efectivo de malezas aún requiere un enfoque más integral y estratégico.

El trigo, como segundo cultivo del ciclo, suele enfrentarse a altos niveles de infestación de malezas que han sobrevivido al barbecho o han sido mal controladas durante el cultivo anterior de soya. A esto se suma la resistencia creciente de algunas especies a los herbicidas, lo cual complica aún más la situación.

El Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF) ha puesto el foco en esta problemática, planteando un manejo de malezas dentro de un marco sistémico, es decir, considerando el comportamiento de las especies en todo el ciclo productivo y no solo durante el cultivo de trigo. Este enfoque sistémico implica analizar el efecto acumulado de las prácticas agrícolas, el tipo de laboreo, el uso de herbicidas, y la rotación de cultivos.

Entre las principales malezas que generan pérdidas se encuentran las gramíneas como Digitaria sanguinalis (pasto colorado), Sorghum halepense (sorgo de Alepo) y Echinochloa crus-galli (cola de zorra), además de algunas dicotiledóneas como Amaranthus spp. y Bidens pilosa (amor seco). Estas especies no solo compiten agresivamente por nutrientes, agua y luz, sino que muchas veces logran establecerse antes del desarrollo inicial del cultivo, complicando el control.

Los técnicos del INIAF remarcan que la clave está en anticiparse. La planificación del manejo debe comenzar desde el barbecho químico post-soya, donde se recomienda monitorear el banco de semillas de malezas y ajustar el uso de herbicidas residuales. También se sugiere evaluar la necesidad de realizar labores mecánicas puntuales, como rastras o cinceles, especialmente en suelos donde hay compactación o acumulación de residuos.

Otro aspecto central es el uso de rotación de principios activos, evitando la repetición continua de un mismo grupo químico, lo cual ha derivado en resistencias comprobadas en especies como el sorgo de Alepo. Este tipo de resistencia puede trasladarse fácilmente de una campaña a otra si no se actúa con inteligencia agronómica.

Además, el manejo cultural gana cada vez más peso. La siembra en fecha óptima, con densidades adecuadas y uso de variedades competitivas, puede generar una cobertura rápida del suelo, reduciendo así el espacio disponible para que emerjan nuevas malezas. En paralelo, se recomienda evitar cosechas atrasadas de la soya, ya que esto reduce el tiempo disponible para preparar el terreno de trigo de forma eficiente.

La implementación de un sistema de monitoreo permanente, con registros georreferenciados de lotes problemáticos, permite tomar decisiones más informadas y evitar la dispersión de malezas resistentes a lo largo del sistema. En este sentido, los técnicos llaman a fortalecer las capacidades locales de los productores, brindando asistencia técnica personalizada y promoviendo el intercambio de experiencias entre zonas productivas.

A nivel de política agrícola, el fortalecimiento del manejo de malezas en trigo dentro del sistema rotativo es visto como una estrategia nacional para conservar la productividad del oriente boliviano, donde se concentra gran parte de las exportaciones agrícolas del país. Sin embargo, aún hay desafíos en cuanto al acceso equitativo a tecnologías, insumos adecuados y financiamiento para adoptar prácticas más sostenibles.

La apuesta por un modelo integral, que combine prácticas químicas, culturales, mecánicas y tecnológicas, representa una evolución frente al modelo tradicional. Si se logra implementar con consistencia, el control de malezas podría dejar de ser un obstáculo y transformarse en una herramienta para potenciar la sostenibilidad y rentabilidad del sistema soya-trigo-sorgo.

Así, el trigo -ese eslabón intermedio en la rotación boliviana- no solo debe ser visto como un cultivo más, sino como una oportunidad clave para intervenir a tiempo y frenar un problema que puede extenderse a lo largo de todo el sistema agrícola del país.

Agrolatam.com
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