México

Sal, sol y resistencia: la tradición milenaria que aún sobrevive en las costas de México.

Una comunidad de artesanos continúa produciendo sal como lo hacían sus ancestros hace 2000 años. Frente al avance del turismo, la modernización y el cambio climático, los salineros de Zapotitlán Salinas preservan una herencia que se niega a desaparecer.

En un rincón árido del estado de Puebla, donde el sol calcina la tierra y el viento arrastra siglos de historia, un grupo de familias continúa produciendo sal como lo hacían sus ancestros hace más de dos milenios. En Zapotitlán Salinas, la técnica prehispánica de evaporar agua salada sobre planchas de barro no solo sigue viva: es una forma de resistencia cultural, económica y espiritual.

La sal que extraen no es la común de cocina. Es sal artesanal, blanca, gruesa, rica en minerales y cargada de valor simbólico. Se obtiene en pequeñas piletas talladas en la tierra, llamadas eras, alimentadas por una fuente natural de agua salobre que brota desde el subsuelo. El proceso dura semanas y depende del sol, la paciencia y el conocimiento transmitido por generaciones.

"Aquí no usamos máquinas. Solo el sol, el agua y nuestras manos", dice uno de los salineros, mientras raspa cuidadosamente los cristales que se forman tras la evaporación. El método, intacto desde la época de los zapotecas y mixtecos, ha sido reconocido como parte del patrimonio cultural inmaterial de la región. Sin embargo, enfrenta amenazas crecientes.

Sal, sol y resistencia: la tradición milenaria que aún sobrevive en las costas de México.

Presión turística, cambio climático y la lucha por el territorio

En los últimos años, la tranquilidad de Zapotitlán se ha visto alterada por el avance del turismo y el interés por desarrollar infraestructura moderna en la zona. El auge del ecoturismo ha traído visitantes y visibilidad, pero también presiones sobre los recursos naturales y el modelo comunitario de vida.

Al mismo tiempo, el cambio climático ha afectado los patrones de lluvia y evaporación, fundamentales para la producción salinera. Las temporadas secas son más impredecibles, y el aumento de la temperatura pone en riesgo el equilibrio de los sistemas salinos.

Los salineros reclaman también mayor protección estatal y reconocimiento oficial como productores agrícolas y culturales. Su trabajo no solo preserva una técnica ancestral, sino que contribuye a la soberanía alimentaria local y al sostenimiento de comunidades rurales.

Actualmente, se estima que solo unas pocas decenas de familias siguen activas en esta actividad, muchas de ellas mayores de edad. La falta de relevo generacional -producto de la migración y la falta de incentivos- amenaza la continuidad del oficio.

Pese a todo, la comunidad ha comenzado a organizarse para preservar su legado. Han impulsado rutas turísticas guiadas que combinan historia, paisaje y degustación de productos. También están explorando mercados justos y certificados de origen para su sal, apuntando a consumidores que valoren la autenticidad y el trabajo artesanal.

"Esto no es solo sal. Es historia, es identidad, es memoria viva de nuestros pueblos", afirma una de las mujeres salineras que lidera un colectivo local.

En un mundo donde la velocidad y la eficiencia han desplazado lo manual y lo comunitario, la sal de Zapotitlán Salinas es un recordatorio de otra forma de vivir y producir, más lenta, más conectada con la tierra y con el tiempo largo de las culturas originarias.

Mientras el agua siga brotando del suelo y el sol brille sobre las eras, los salineros seguirán allí, cosechando cristales y sembrando resistencia.

Agrolatam.com
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