Paraguay

Paraguay redefine el destino del maíz: del grano en bruto al motor energético nacional

El país comienza a transformar el maíz en etanol y subproductos de alto valor, y proyecta duplicar el consumo interno hacia 2028.

El maíz, segundo cereal más producido en Paraguay, atraviesa un momento de transformación histórica. Con una cosecha proyectada en 5,61 millones de toneladas para 2025, cultivadas principalmente en Itapúa, Alto Paraná, Caaguazú, San Pedro y Canindeyú, el país se enfrenta a una disyuntiva: seguir exportando granos sin procesar o fortalecer una cadena agroindustrial que multiplique su valor en el mercado interno.

Durante décadas, más del 60% del maíz paraguayo tuvo como destino la exportación, en su mayoría hacia Brasil. El grano servía para abastecer la demanda de sus industrias avícolas y porcinas, especialmente en los estados del sur. Sin embargo, este modelo comienza a cambiar. El país empieza a mirar hacia adentro, priorizando la transformación local del cereal y generando una nueva dinámica productiva.

Este cambio de lógica responde a un proceso estructural iniciado en 2017 con el crecimiento sostenido del sector de biocombustibles. Las plantas de etanol a base de maíz abrieron una nueva fuente de demanda, redibujando el mapa del consumo y marcando un punto de inflexión en la agricultura paraguaya.

El impacto del etanol

La producción de etanol no solo incrementa el valor agregado del maíz, sino que también genera subproductos esenciales para la cadena pecuaria. El DDG (granos secos de destilería) se ha convertido en un insumo proteico clave para la alimentación animal, fortaleciendo la competitividad de sectores como la carne y la leche.

A su vez, este avance impulsa un cambio en la gestión agroindustrial: contratos estructurados, logística integrada y estrategias de cobertura de precios pasan a ser pilares para sostener un sistema más complejo, pero con mayores beneficios para la economía nacional.

Proyecciones hacia 2028

El crecimiento de la capacidad instalada para la producción de etanol es evidente. Las plantas ya en funcionamiento y las que están en desarrollo podrían llevar a que, en apenas tres años, el consumo de maíz para etanol supere los 2,5 millones de toneladas anuales, lo que representa el doble de la demanda actual.

Este salto no solo cambiaría la ecuación agrícola, sino que consolidaría al maíz como un vector energético y de desarrollo interno, generador de empleo, inversión y nuevas oportunidades de industrialización.

Si bien Paraguay comienza a enfocarse en su mercado interno, la exportación no desaparece de la ecuación. Los estados brasileños fronterizos, como Paraná y Mato Grosso do Sul, seguirán demandando maíz paraguayo en años de déficit productivo. Esa demanda fija y estratégica le otorga al país una ventaja competitiva: ser proveedor confiable en la región, al mismo tiempo que impulsa su industria doméstica de biocombustibles.

La pregunta central hoy es si Paraguay continuará como exportador neto de granos sin procesar o si consolidará un modelo de transformación agroindustrial que convierta al maíz en energía, empleo y desarrollo.

La misma materia prima que durante años sostuvo la demanda externa ahora puede ser la base de una nueva industria energética y agropecuaria dentro del país. Una decisión estratégica que, de concretarse, podría cambiar no solo el destino del maíz, sino también el perfil económico y social de Paraguay en la próxima década.

Agrolatam.com
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