Pérdidas millonarias por la Sharka: la enfermedad que pone en riesgo al sector frutal chileno
La enfermedad del Plum pox virus (PPV-D) provoca pérdidas millonarias y pone en riesgo la competitividad del sector exportador de duraznos, nectarines y ciruelas.
Los frutales de carozo, uno de los pilares de la fruticultura chilena, enfrentan un desafío sanitario que podría comprometer su sostenibilidad: la enfermedad de Sharka, causada por el Plum pox virus (PPV). Aunque no afecta la salud humana, su impacto económico y productivo es considerable. Estudios internacionales estiman que representa el 0,17 % del valor total de la industria mundial de carozos, con pérdidas acumuladas superiores a 2.400 millones de euros entre 1995 y 2023.
En Chile, la raza Dideron (PPV-D) es la única detectada, considerada de baja severidad, pero su presencia requiere vigilancia constante. El virus provoca caída prematura de fruta, alteraciones visuales y pérdida de calidad, afectando la rentabilidad de los productores y el prestigio del país como líder global en exportación de fruta fresca de carozo.
Chile produce más de un millón de toneladas anuales de cerezas, duraznos, nectarines, ciruelas y damascos. Según FAOSTAT, el país es el principal exportador mundial de fruta de carozo, con 931.553 toneladas exportadas en la temporada 2024-2025, generando ingresos por US$ 462 millones.
Sin embargo, la Sharka amenaza ese liderazgo. El Laboratorio de Virología del INIA La Platina confirmó que el virus afecta principalmente a durazneros, nectarines, damascos y ciruelos, sin comprometer aún al cerezo -la especie más exportada del país-.
"La Sharka no mata el árbol, pero mata su rentabilidad", resume un especialista de INIA. En huertos infectados, la pérdida de rendimiento puede llegar al 25 % por árbol, reduciendo el margen bruto hasta en un 23 % cuando la infección alcanza todo el cuartel.
Un caso documentado por INIA mostró cómo la infección, transmitida por áfidos desde un predio vecino, aumentó del 31 % al 54 % de plantas afectadas en tres años, reduciendo los ingresos por hectárea de US$ 39.800 a menos de US$ 30.000.
Cómo se propaga y por qué es tan difícil controlarla
El Plum pox virus pertenece a la familia Potyviridae y se transmite por pulgones (áfidos) y por material vegetal infectado. Es el único virus de esa familia que afecta frutales de carozo, y su capacidad de dispersión es alta: se propaga localmente por insectos y globalmente por intercambio de plantas o yemas.
Detectada por primera vez en Chile en 1992, la enfermedad está bajo control oficial del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) desde entonces, conforme a la Resolución 796 y sus actualizaciones. El organismo mantiene controles cuarentenarios, monitoreos permanentes y un programa de erradicación que incluye la eliminación total del árbol infectado y la desinfección del suelo para evitar reinfecciones.
En paralelo, el INIA, la FIA, la ANID y los viveros productores colaboran en programas de investigación, diagnóstico y capacitación. Las inversiones acumuladas superan el millón de euros, destinadas a mejorar la detección temprana y fortalecer la trazabilidad del material vegetal.
Costos globales y pérdidas al productor
Según Cambra et al. (2024), el impacto económico de la Sharka varía según la etapa epidemiológica y las políticas de control de cada país. En España, representa el 0,32 % del valor anual de producción, en Turquía el 0,06 % y en Chile el 0,14 %.
Las pérdidas combinan costos directos -fruta descartada, erradicación, rechazo en frontera- y costos indirectos, como análisis de laboratorio y proyectos de investigación. Si se considera la historia completa del virus desde su detección en 1917, los daños globales superarían los 13.000 millones de euros.
En Chile, las pérdidas más graves ocurren cuando el virus se introduce en viveros, ya que los huertos pueden establecerse con 100 % de plantas infectadas, comprometiendo por completo su potencial exportable y actuando como foco de contagio para predios vecinos.
Estrategias de prevención y control
Como ocurre con la mayoría de las enfermedades virales en plantas, no existen tratamientos curativos una vez que el árbol ha sido infectado. Por eso, las estrategias de manejo se enfocan en la prevención y detección temprana.
El SAG clasifica al PPV como plaga cuarentenaria presente, con ingreso controlado de material de propagación desde otros países. Además, los viveros nacionales deben cumplir la Resolución Exenta N.º 1457 de 2024, que regula el control obligatorio del virus en especies como durazneros, nectarinos y ciruelos.
La erradicación oportuna sigue siendo la herramienta más eficaz: eliminar completamente el árbol infectado, aplicar herbicida en la zona radicular y destruir el material vegetal por chipeado. Estas medidas evitan que el árbol actúe como reservorio.
El monitoreo visual en primavera y verano, combinado con pruebas de laboratorio, permite identificar los focos activos. Aunque el control químico de áfidos no es totalmente efectivo, su reducción contribuye a limitar la propagación. También se recomienda eliminar malezas hospederas que sirven como refugio del virus.
El desafío para Chile es mantener la enfermedad bajo control y evitar el ingreso de nuevas razas más agresivas, como las detectadas en Europa. La globalización del comercio y el cambio climático aumentan el riesgo de introducción de variantes con mayor virulencia o capacidad de adaptación.
El futuro del manejo fitosanitario dependerá de la integración de tecnologías de diagnóstico molecular, certificación rigurosa de plantas y cooperación interinstitucional. Fortalecer la coordinación entre investigación, autoridades sanitarias y sector privado será clave para preservar la competitividad y reputación de la fruta chilena.
La Sharka, silenciosa pero persistente, recuerda que la sanidad vegetal es un pilar estratégico para la sostenibilidad de la fruticultura nacional. Su control no solo protege los huertos, sino también la posición de Chile como potencia frutícola del hemisferio sur.

