Alianza del Pacífico vs MERCOSUR: Modelos divergentes para el comercio agrícola regional
MERCOSUR y Alianza del Pacífico compiten con visiones opuestas para liderar el comercio agrícola latinoamericano. ¿Commodity o valor agregado? El futuro del agro regional está en juego.
En el tablero geopolítico del comercio agroalimentario latinoamericano, MERCOSUR y la Alianza del Pacífico representan dos modelos de inserción internacional divergentes. Mientras el primero se apoya en su escala productiva y especialización en commodities agrícolas, el segundo apuesta a la diversificación de mercados, tratados bilaterales con Asia y estándares de sostenibilidad más exigentes. Esta dualidad genera oportunidades, pero también tensiones, en la construcción de una estrategia regional de comercio agrícola.
El MERCOSUR (Mercado Común del Sur), creado en 1991, es una unión aduanera conformada por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y recientemente Bolivia. Su enfoque ha sido tradicionalmente la integración económica regional y la protección del mercado interno, con énfasis en productos agrícolas a gran escala. Por su parte, la Alianza del Pacífico, fundada en 2011 por México, Chile, Colombia y Perú, es una iniciativa de integración más abierta y orientada al libre comercio global, especialmente con Asia-Pacífico, impulsando exportaciones con valor agregado, trazabilidad y sostenibilidad.
Conformado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, el MERCOSUR sigue siendo el mayor exportador de productos agroalimentarios de la región. En 2024, representó más del 60% de las exportaciones agrícolas de América Latina, concentradas en soja, maíz, carne bovina y azúcar. El bloque mantiene fuertes vínculos con China, la Unión Europea y Medio Oriente, aunque enfrenta desafíos vinculados a barreras no arancelarias, exigencias ambientales y demoras en la modernización de acuerdos comerciales claves, como el postergado pacto con la UE.
Exportacion Soja
Por su parte, la Alianza del Pacífico -conformada por México, Chile, Colombia y Perú- presenta un perfil más abierto al comercio global, especialmente con el Asia-Pacífico, región a la que destina más del 45% de sus exportaciones agrícolas. Con tratados vigentes o en negociación con Japón, Corea del Sur, Singapur, Vietnam y otros países del CPTPP, sus estrategias se basan en valor agregado, sostenibilidad, certificaciones internacionales y agricultura digital. Chile y México, en particular, lideran en trazabilidad, agroindustria exportadora y gestión climática del riesgo.
Trazabilidad inteligente fortalece la agroindustria en Perú y Chile
Uno de los contrastes más marcados entre ambos bloques radica en la estructura productiva: mientras el MERCOSUR prioriza economías de escala basadas en commodities a granel, la Alianza del Pacífico impulsa modelos más diversificados, orientados a frutas frescas, cafés especiales, hortalizas, agroindustria orgánica y pesca de alto valor. Esta diferencia se traduce también en las demandas logísticas, normativas y de infraestructura, donde el enfoque de la Alianza tiende a generar mayor inversión en trazabilidad, puertos refrigerados, certificaciones fitosanitarias y logística de exportación de precisión.
Sin embargo, ambos bloques enfrentan retos comunes: volatilidad de precios internacionales, presión por reducir la huella de carbono, necesidad de tecnificación e inclusión de pequeños productores. También comparten debilidades estructurales en conectividad rural, financiamiento para la innovación y coordinación entre políticas sanitarias. La reciente reconfiguración geopolítica global -con guerras comerciales, inseguridad alimentaria y transición energética- exige respuestas más articuladas y una visión latinoamericana cohesionada.
El informe de septiembre 2025 resalta cómo la falta de armonización entre los dos bloques limita la capacidad de América Latina para negociar en bloque ante socios como la UE, China o India. Mientras el MERCOSUR se ve condicionado por una institucionalidad más rígida, la Alianza del Pacífico opera con mayor agilidad y flexibilidad normativa, lo que le permite acelerar acuerdos y adaptarse a nuevas tendencias de consumo global.
Frente a un sistema agroalimentario global en transformación, la pregunta no es cuál modelo es superior, sino cómo articular una sinergia entre ambas estrategias, potenciando las fortalezas de cada bloque. Una integración pragmática, con interoperabilidad normativa y logística, podría posicionar a América Latina como actor estratégico en seguridad alimentaria mundial.