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Brasil en el centro de la diplomacia cafetera: entre aranceles de EE.UU., exigencias de la UE y guiños de China

El mayor productor de café del mundo enfrenta un tablero internacional cada vez más complejo. EE.UU. lo castiga con un arancel del 50 %, Bruselas endurece regulaciones ambientales y Pekín le abre la puerta con nuevas empresas habilitadas a exportar.

El café, cultivado por unos 25 millones de familias en el mundo y motor económico para más de 100 millones de personas, se ha convertido en un terreno de diplomacia y geopolítica. Y en este nuevo mapa de poder, Brasil ocupa un lugar central: es el mayor productor global, responsable de casi un tercio de la cosecha mundial, y su posición está siendo desafiada por los movimientos de las principales potencias.

En julio, la administración de Estados Unidos liderada por Donald Trump impuso un arancel del 50 % al café brasileño, golpeando directamente a uno de sus principales proveedores. El impacto es enorme: cerca del 20 % de las exportaciones de café de Brasil tenían como destino el mercado estadounidense. A esto se suma un 20 % de arancel para Vietnam, el segundo productor global, mientras que otros países enfrentan un 10 % general. Solo México queda al margen, beneficiado por su cercanía y el marco del T-MEC, que lo exime de tributos.

La medida, actualmente en consultas en la Organización Mundial del Comercio (OMC), podría derivar en un litigio prolongado. Pero, más allá del desenlace jurídico, el mensaje de Washington es claro: en el mercado cafetero, ningún actor está libre de la volatilidad política estadounidense, capaz de imponer y revertir sanciones en cuestión de meses.

Europa, un refugio con filtros más duros

Ante la presión de EE.UU., el Viejo Continente aparece como destino natural para el café brasileño. La Unión Europea mantiene desde hace décadas arancel cero para el café verde, lo que favorece las exportaciones. Sin embargo, Bruselas endureció el acceso con la entrada en vigor de la regulación EUDR, que exige certificación de no deforestación, respeto a la normativa ambiental y cumplimiento estricto de derechos laborales y civiles.

Para Brasil, que posee uno de los complejos agroindustriales más grandes del mundo, adaptarse a estas exigencias implica inversiones millonarias en trazabilidad, monitoreo satelital y certificaciones. Al mismo tiempo, los países europeos enfrentan limitaciones de recursos para fiscalizar y sus aduanas se ven desbordadas, lo que crea un escenario de tensión entre la necesidad de abastecimiento y las restricciones normativas.

El riesgo para Brasil es que este filtro europeo reduzca su margen de maniobra justo cuando necesita colocar en el mercado internacional un volumen creciente de producción. Para otros productores latinoamericanos, como Colombia y Honduras, la mayor presencia brasileña en Europa podría desplazar su café en segmentos de calidad media y alta.

China, un aliado estratégico

Mientras tanto, China juega una carta diferente. Aunque mantiene aranceles de entre 8 y 15 % para el café latinoamericano, dio un gesto político hacia Brasil al autorizar a 183 nuevas empresas brasileñas a exportar café. Este movimiento se enmarca en la tensión con Washington y refleja el interés de Pekín en asegurar suministros confiables en un contexto de rivalidad geopolítica.

Además, China eliminó los aranceles para 53 países africanos con los que mantiene relaciones diplomáticas, muchos de ellos productores de café como Etiopía, Kenia o Uganda. El mensaje es doble: abrir espacio a África como socio estratégico y consolidar a Brasil como socio preferencial en América Latina.

Brasil, obligado a reconfigurar su estrategia

Con un pie en cada mercado, Brasil se enfrenta a la necesidad de rediseñar su diplomacia cafetera. Las sanciones de EE.UU. lo obligan a buscar refugio en Europa, aunque allí los filtros son cada vez más estrictos. Al mismo tiempo, la apertura de China le ofrece oportunidades, pero en un marco donde África gana protagonismo con ventajas arancelarias.

La inestabilidad de la política comercial estadounidense, sumada a la exigencia regulatoria europea y a la competencia africana y asiática en China, plantea un escenario incierto para el café brasileño. Los gremios cafeteros del país, junto con el gobierno, deberán intensificar su acción diplomática, tal como lo han hecho históricamente a través de la Organización Internacional del Café y del Foro Mundial de Productores de Café, para asegurar condiciones favorables en los principales mercados.

Más allá de los vaivenes arancelarios y normativos, el trasfondo es claro: el café brasileño seguirá siendo un pilar del comercio global, pero su inserción dependerá cada vez más de la capacidad del país para adaptarse a las nuevas reglas del juego. En este escenario, la humilde taza de café revela su papel como símbolo de un mundo interconectado donde un arancel, una norma ambiental o una jugada diplomática pueden mover millones de sacos y redefinir la vida de productores y consumidores.

Agrolatam.com
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