Industria brasileña de carnes y pescado en alerta: ya estiman pérdidas millonarias por nuevas tarifas de EE.UU.
Empresas exportadoras del sector cárnico y pesquero de Brasil advierten un fuerte impacto económico por la decisión de Washington de aumentar los aranceles a productos procesados. Las represalias son parte de una disputa global más amplia.
Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y Brasil han comenzado a golpear directamente a uno de los sectores más dinámicos del agroindustrial brasileño: el de proteínas animales. Con la reciente decisión del gobierno estadounidense de aplicar aranceles adicionales a productos industrializados de carne y pescado brasileños, los principales exportadores ya calculan pérdidas millonarias en ingresos y participación de mercado.
Las medidas, anunciadas formalmente por la Oficina del Representante Comercial de EE.UU. (USTR), forman parte de una represalia contra los subsidios industriales que Brasil -junto con otras economías emergentes- ha venido aplicando a sectores considerados estratégicos, entre ellos el acero, el aluminio y la transformación de alimentos.
Aunque las sanciones no alcanzan a los productos en estado natural o crudo, sí afectan de lleno a los envíos de carne bovina enlatada, embutidos, pescado procesado y otros derivados de alto valor agregado, productos que han ganado espacio en el mercado estadounidense en los últimos años.
Desde la Asociación Brasileña de las Industrias Exportadoras de Carne (Abiec) y la Asociación Brasileña de Proteína Animal (ABPA) advierten que la aplicación de las tarifas podría generar una caída de hasta 30% en los embarques de productos industrializados hacia EE.UU.. Según estimaciones preliminares, esto equivaldría a pérdidas de más de USD 120 millones anuales solo en este segmento.
"Estamos muy preocupados. Este tipo de medidas no sólo encarece nuestros productos en el mercado norteamericano, sino que también pone en riesgo contratos, inversiones y empleos asociados a la cadena exportadora", alertó un portavoz de ABPA, quien aseguró que ya se iniciaron gestiones diplomáticas a través del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Ministerio de Desarrollo, Industria, Comercio y Servicios (MDIC) para intentar revertir la situación.
La medida se produce en un contexto de aumento del proteccionismo global, impulsado por tensiones geopolíticas, la transición energética y la guerra comercial entre grandes potencias. Para Brasil, que ha consolidado su posición como uno de los mayores exportadores mundiales de carne bovina, avícola y pescado, el acceso a mercados es un pilar clave de su estrategia de crecimiento.
En 2024, Brasil exportó a Estados Unidos más de 55 mil toneladas de productos cárnicos industrializados, con ingresos superiores a los USD 430 millones, según datos de la Secretaría de Comercio Exterior. Además, el país había logrado abrir nuevos nichos de mercado en cadenas de supermercados, food service y plataformas de e-commerce que valoran la calidad, sostenibilidad y trazabilidad de la proteína brasileña.
Ahora, con el nuevo escenario, muchas empresas se ven obligadas a recalcular sus estrategias de envío, reformular precios o buscar nuevos destinos, como México, Medio Oriente y el sudeste asiático, para compensar la pérdida de competitividad en Estados Unidos.
Desde el sector pesquero, la preocupación es similar. El Consejo Nacional de Acuicultura y Pesca (Conape) alertó que productos como el tilapia procesada, camarones congelados y filetes en conserva, todos con destino a EE.UU., podrían quedar en desventaja frente a la competencia de países asiáticos no afectados por la medida.
Para el analista comercial Rogério Carvalho, el momento es crítico: "Estas tarifas no son técnicas, son políticas. Brasil debe responder con firmeza, pero también con diplomacia, para proteger un sector que genera valor, divisas y empleo calificado".
En tanto, desde el gobierno brasileño aún no se anunciaron represalias recíprocas, aunque no se descarta que el Itamaraty escale el tema ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), dado que considera que las medidas estadounidenses son discriminatorias y no se basan en reglas multilaterales.
Mientras tanto, las industrias afectadas buscan diversificar mercados, ajustar sus cadenas logísticas y mantener los estándares de calidad que les han permitido posicionarse a nivel internacional. Sin embargo, el golpe ya se siente en las cuentas de exportación.
La disputa, más allá de los números, pone en evidencia la fragilidad de las cadenas globales frente a decisiones unilaterales, y recuerda que en el tablero del comercio internacional, la política y la geoeconomía pesan tanto como la competitividad y la eficiencia.