Chile

Chile acelera con fuerza en el mercado global del avellano europeo: proyecta ser el segundo productor mundial

Con plantaciones en expansión, avances tecnológicos y una apuesta por el valor agregado, el país se encamina a posicionarse detrás de Turquía en el liderazgo mundial del avellano europeo

En los campos del sur de Chile, donde el clima templado y los suelos volcánicos favorecen el desarrollo de frutales de calidad, una revolución silenciosa avanza al ritmo del crecimiento sostenido del avellano europeo. Con más de 30 mil hectáreas plantadas en regiones como La Araucanía, Biobío, Ñuble y Maule, y un ritmo de expansión que no cede, Chile se proyecta como el segundo productor mundial de este fruto seco para fines de la década.

Hoy, el país ya es el tercer mayor exportador global, solo por detrás de Turquía -que lidera con amplio margen- e Italia, y se estima que en los próximos cinco años podría superar a este último en volumen y calidad exportable. Esta ambición se sustenta no solo en la superficie cultivada, sino también en un modelo de producción tecnificado, sustentable y adaptado a las exigencias del comercio internacional.

De cultivo alternativo a estrella agroexportadora

El avellano europeo, históricamente cultivado en el hemisferio norte, encontró en el sur chileno condiciones agroclimáticas óptimas: inviernos fríos, veranos templados, baja presión de enfermedades y un calendario de cosecha que permite acceder a los mercados cuando Europa está fuera de temporada.

En menos de dos décadas, este cultivo pasó de ser una apuesta incipiente a consolidarse como una cadena agroindustrial integrada, con productores, viveros especializados, centros de acopio, plantas de secado y exportadoras que trabajan con estándares internacionales de trazabilidad, inocuidad y certificación.

Un actor clave en este proceso ha sido Frutícola Agrichile, filial de la multinacional Ferrero, que desde 1991 ha invertido en la promoción del avellano europeo en Chile. Su modelo incluye producción propia, fomento a terceros y contratos de largo plazo, lo que ha permitido profesionalizar la cadena y atraer a nuevos agricultores.

Crecimiento proyectado y proyección a 2030

Según cifras difundidas por el propio sector, el crecimiento de las plantaciones ha mantenido una tasa anual de expansión cercana al 10%, con nuevas áreas en proceso de establecimiento y otras en plena entrada en producción. Se estima que para el año 2030, Chile podría alcanzar entre 50 mil y 55 mil hectáreas plantadas, consolidando así su lugar como potencia global en avellanas.

Este crecimiento no se limita al volumen. También se está invirtiendo en mejoras genéticas, mecanización de la cosecha, manejo eficiente del agua y sistemas de certificación internacional, aspectos que permiten acceder a nichos de mercado exigentes, como el chocolatero, el orgánico y el gourmet.

"Chile está logrando posicionarse como un proveedor confiable, con fruta homogénea, limpia, de buen calibre y cosechada en contraestación del hemisferio norte. Eso lo hace muy atractivo para las grandes marcas globales", señala un informe reciente del portal AgroChile.

Impacto territorial y oportunidades para el desarrollo rural

El auge del avellano europeo está generando dinamismo económico en regiones que históricamente han enfrentado brechas productivas y sociales, como La Araucanía y Biobío. Allí, pequeñas y medianas propiedades han podido reconvertir su matriz productiva, reemplazando cultivos tradicionales de menor rentabilidad por avellanos con contratos de compra garantizados.

A esto se suma la generación de empleo rural calificado, servicios técnicos especializados y nuevas inversiones en infraestructura agrícola. Empresas locales han comenzado a ofrecer servicios de poda mecanizada, cosecha asistida, análisis foliar y monitoreo satelital, marcando una transición hacia una agricultura más intensiva en conocimiento y tecnología.

Además, el cultivo presenta una huella hídrica relativamente baja, comparado con otras especies frutales, lo que lo hace atractivo en un contexto de cambio climático y restricciones hídricas crecientes.

Desafíos por delante: consolidación, agregación de valor y sostenibilidad

Aunque el panorama es positivo, los desafíos no son menores. El principal es evitar una sobreoferta que reduzca los márgenes de rentabilidad. Para eso, el sector trabaja en diversificar los destinos, mejorar los procesos de postcosecha y explorar el desarrollo de productos con valor agregado, como pasta de avellana, snacks saludables, aceites especiales o ingredientes para cosmética.

Otro reto es avanzar hacia una mayor asociatividad entre productores, que permita acceder a certificaciones como GlobalG.A.P., BRC o Rainforest Alliance, y fortalecer la representatividad del sector ante negociaciones internacionales o crisis de mercado.

Por último, el impacto social también debe ser parte del modelo. Varios programas están trabajando en la incorporación de comunidades mapuches y agricultores de subsistencia al circuito productivo, con asistencia técnica, financiamiento y contratos inclusivos.

Chile no solo está cultivando avellanos: está cultivando una estrategia de desarrollo agrícola basada en la diversificación, la innovación y la integración internacional. Con un crecimiento planificado, una cadena sólida y un enfoque cada vez más sostenible, el país se prepara para competir de igual a igual con los referentes históricos del hemisferio norte.


Agrolatam.com
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