De médico a pionero del agroecofuturo: el cubano que cría moscas para alimentar peces
Una pequeña granja en Cuba propone una solución sostenible al alto costo del alimento balanceado: larvas de mosca soldado negra, criadas con residuos orgánicos, como nueva base para la acuicultura local
En un rincón rural de Cuba, lejos de los laboratorios y hospitales donde ejercía como médico, Yasniel Castaño ha encontrado una nueva forma de curar, esta vez no cuerpos humanos, sino un sistema alimentario desbalanceado. En su granja ubicada en la provincia de Matanzas, este exdoctor ha logrado lo impensado: cría larvas de mosca soldado negra para alimentar tilapias, utilizando como base desechos orgánicos generados localmente.
En un país donde la acuicultura se ha visto severamente afectada por los altos costos de los insumos importados, el escaso acceso a tecnología y las restricciones comerciales, esta experiencia representa mucho más que una curiosidad: es una puerta hacia la soberanía productiva, la economía circular y la resiliencia alimentaria.
"En vez de importar alimentos balanceados, criamos moscas que se alimentan de restos de cocina o de fruta en descomposición, y a su vez, estas larvas nutren a los peces", explica Castaño, quien ahora combina ciencia, innovación y experiencia rural en un sistema cerrado de transformación biológica.
De la medicina a la bioconversión
La mosca soldado negra (Hermetia illucens) no es una especie invasora ni transmisora de enfermedades. Por el contrario, se ha convertido en una de las aliadas clave de la biotecnología agropecuaria, gracias a su capacidad de convertir residuos orgánicos en proteína de alta calidad y compost. Sus larvas pueden degradar materia orgánica en menos de una semana y, una vez desarrolladas, son altamente nutritivas para peces, aves y cerdos.
Castaño empezó con pocos recursos, diseñando estructuras básicas con materiales reciclados. Hoy, su sistema de producción alberga ciclos controlados de cría, cosecha y procesamiento, donde más de 100 kilos de residuos semanales se transforman en proteína viva.
Este proceso, que en otras partes del mundo está vinculado a startups de biotecnología o a inversiones millonarias, en Cuba avanza de forma casi artesanal, pero no menos efectiva.
Una solución a múltiples crisis
La iniciativa responde a varios desafíos simultáneos:
-
Escasez de insumos agrícolas importados debido a sanciones económicas y crisis logística internacional.
-
Dificultades de los acuicultores para mantener a sus peces con alimentos tradicionales.
-
Altos niveles de residuos orgánicos sin aprovechamiento, especialmente en comunidades rurales.
-
Necesidad de aumentar la producción de proteínas animales sin depender de modelos extractivos.
En ese contexto, el proyecto de Castaño actúa como una plataforma de innovación popular, donde la ciencia aplicada, el conocimiento empírico y el compromiso ambiental se integran en una alternativa accesible, replicable y ambientalmente eficiente.
Además, el residuo final del proceso larval -un compost fino y rico en nutrientes- se utiliza como fertilizante orgánico, cerrando así un círculo virtuoso donde no se desperdicia nada.
El futuro: escalar sin perder la raíz
Aunque aún de pequeña escala, la experiencia ha captado la atención de investigadores, cooperativas y funcionarios locales, que ven en este modelo una posibilidad concreta de transformar la matriz productiva cubana. Ya se han iniciado capacitaciones con productores de tilapia de otras provincias, y algunos estudiantes universitarios han comenzado a colaborar en el monitoreo biológico del sistema.
El mayor reto, según Castaño, no es técnico sino cultural: desmontar la idea de que solo lo importado es eficiente, de que la innovación necesita recursos externos y que la basura no puede ser fuente de vida.
"No hay que esperar a que todo esté resuelto para actuar. Podemos empezar pequeño, con lo que tenemos, y desde ahí crear soluciones reales", afirma.
¿Una respuesta global desde el Caribe?
El caso de Castaño en Cuba forma parte de una tendencia más amplia que gana terreno en América Latina, África y el sudeste asiático: la cría de insectos para alimentación animal y humana, bajo criterios de sostenibilidad, trazabilidad y reducción de emisiones.
Organismos como la FAO y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente han destacado que, en contextos de crisis alimentaria, la bioconversión con insectos puede reducir la presión sobre los recursos naturales y mejorar la seguridad alimentaria de comunidades vulnerables.
Sin embargo, para que iniciativas como la de Castaño escalen de forma sustentable, se necesita marco legal, acceso a financiamiento, redes de colaboración regional y políticas públicas que promuevan la economía circular.