Mercosur redefine su estrategia global: acuerdos clave y tensiones internas en la cumbre de Buenos Aires
La reciente cumbre del Mercosur celebrada en Argentina expuso las tensiones entre modelos de integración regional y estrategias de apertura comercial.
La cumbre del Mercosur realizada en Buenos Aires representó un momento bisagra para la integración regional sudamericana. En medio de un contexto internacional volátil, marcado por disputas comerciales, crisis alimentarias y presiones climáticas, los cinco países miembros del bloque (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia) abordaron una agenda cargada de urgencias y dilemas estructurales.
Uno de los puntos más relevantes fue el giro estratégico hacia Asia, impulsado especialmente por Brasil. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva promovió un fortalecimiento de los vínculos comerciales con economías asiáticas como Japón, China, India, Vietnam, Corea del Sur e Indonesia. Esta región fue definida como el "centro dinámico de la economía mundial" y una fuente clave de demanda para los productos agroindustriales del Mercosur.
En paralelo, se anunció la conclusión de un acuerdo de libre comercio con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), integrada por Noruega, Suiza, Islandia y Liechtenstein. Este pacto prevé que más del 97% de las exportaciones mutuas ingresen con aranceles reducidos o eliminados, abriendo acceso a mercados con un PIB conjunto de más de 4,3 billones de dólares. Los sectores agroalimentario, energético y manufacturero regionales podrían beneficiarse significativamente.
La cumbre también aprobó la actualización de la lista de excepciones al Arancel Externo Común, medida que flexibiliza la posibilidad de negociar acuerdos bilaterales por parte de cada Estado miembro hasta 2028. Esta decisión alimenta el debate sobre la forma institucional del Mercosur: ¿se mantendrá como una unión aduanera tradicional o se transformará en una plataforma más flexible de integración regional?
Las diferencias políticas entre los países se hicieron evidentes. Mientras el presidente argentino Javier Milei impulsa un modelo de apertura radical, incluso proponiendo un eventual acuerdo bilateral con Estados Unidos, Lula defiende una integración basada en la sustentabilidad, el multilateralismo y la cooperación Sur-Sur. Estas tensiones marcan un contrapunto en las estrategias de inserción internacional del bloque.
Otro eje del debate fue la necesidad de fortalecer la infraestructura logística y portuaria, clave para la competitividad agroexportadora. Las brechas en conectividad, transporte y trámites aduaneros limitan el aprovechamiento pleno de las oportunidades comerciales. A su vez, se destacó la urgencia de armonizar normas fitosanitarias, mejorar la trazabilidad de los alimentos y promover esquemas de certificación sostenible que respondan a las exigencias de los consumidores internacionales.
El bloque enfrenta también retos estructurales derivados de la variabilidad climática, la volatilidad de los precios internacionales, las barreras no arancelarias impuestas por socios extrarregionales y la necesidad de garantizar seguridad alimentaria sin comprometer la sustentabilidad ambiental.
En este contexto, las oportunidades también son significativas. La creciente demanda de alimentos, energía y materias primas en Asia y otras regiones puede convertir al Mercosur en un proveedor estratégico, siempre que logre diversificar mercados, agregar valor a sus exportaciones, incorporar biotecnología, promover la agricultura digital y atraer financiamiento internacional para proyectos resilientes y sostenibles.
La presidencia rotativa pasará ahora a manos de Brasil, que ha anunciado su intención de priorizar la agenda ambiental, impulsar acuerdos comerciales inclusivos y consolidar una visión regional coherente ante los grandes bloques económicos del mundo.
En síntesis, la cumbre de Buenos Aires refleja un momento crítico pero también promisor para el Mercosur. Su capacidad para actuar como bloque cohesionado, adaptarse a los nuevos paradigmas del comercio global y atender las demandas de desarrollo sostenible será clave para definir su rol en la economía internacional del siglo XXI.