Café caro, incentivos en crisis: Puerto Rico y Latinoamérica enfrentan el mismo dilema
La volatilidad histórica en el mercado mundial del café golpea a Puerto Rico con pérdidas millonarias, pero también refleja la presión que sienten los productores de toda América Latina, desde Brasil hasta Centroamérica.
El café atraviesa uno de sus ciclos más convulsos de las últimas décadas. Los precios internacionales se dispararon más de 126 % en el arábica y 110 % en el robusta, cifras que impactan en cada eslabón de la cadena, desde los cafetales de Brasil hasta los torrefactores de Puerto Rico.
En la isla caribeña, el Departamento de Agricultura acumula pérdidas cercanas a $11 millones al año en su programa de compra y venta de café: compra caro en el mercado internacional y vende más barato a los tostadores locales. Este déficit, además de comprometer el presupuesto de la Administración para el Desarrollo de Empresas Agropecuarias (ADEA), ya está retrasando los incentivos para la siembra y cosecha, dejando a los agricultores sin recursos para fertilizar sus fincas.
Puerto Rico: una isla vulnerable
La producción local apenas cubre el 12 % del consumo interno, por lo que la dependencia de importaciones es casi total. Mientras en países como Colombia o Honduras los productores se benefician de precios altos para exportar, en Puerto Rico el esquema estatal convierte esa misma alza en una fuente de pérdidas.
"Se está subsidiando al café extranjero, pero no al mío", lamenta un caficultor, aludiendo a las compras oficiales de grano procedente de México, Colombia, República Dominicana y Guatemala.
América Latina: entre oportunidad y amenaza
La paradoja puertorriqueña refleja un dilema que atraviesa a toda la región. En Brasil, líder mundial del café, las altas cotizaciones permiten mejorar ingresos, pero la sequía y las heladas reducen la producción y elevan los costos. En Colombia, la inestabilidad climática ligada al fenómeno de El Niño golpea los rendimientos, mientras los caficultores reclaman más apoyo estatal para sostener la rentabilidad.
En Centroamérica, países como Honduras y Guatemala celebran el repunte de los precios internacionales, aunque la presión de fertilizantes y mano de obra resta competitividad. El Caribe, en cambio, enfrenta mayores dificultades: Puerto Rico importa casi todo su consumo, mientras República Dominicana también depende de mercados externos para sostener sus exportaciones.
El retraso en la entrega de fertilizantes e incentivos en Puerto Rico es un reflejo de cómo la volatilidad global puede desorganizar las políticas internas. Antes, los apoyos se calculaban por cosechas garantizadas; ahora, el secretario de Agricultura, Josué Rivera, los condiciona a la producción efectiva, lo que deja sin respaldo a quienes sufren pérdidas por fenómenos climáticos.
"Yo sigo teniendo los mismos árboles aunque produzca menos, y necesito fertilizante igual", explica un agricultor, en alusión a un cambio de criterio que ha dejado a muchos sin recursos desde julio.
Un mercado en revisión
El exsecretario de Agricultura, Ramón González, advirtió que el programa es insostenible: "Se pierde más de un millón de dólares al mes porque se compra café a $440 el quintal y se vende a $375". Su recomendación es revisar de inmediato el precio regulado en coordinación con el Departamento de Asuntos del Consumidor (DACO), que ya analiza el caso a través de la Comisión de Evaluación del Precio del Café.
El problema no es solo fiscal. De continuar las pérdidas, el café local podría perder incentivos clave, reduciendo la capacidad de Puerto Rico para sostener su producción y dejar aún más espacio a las importaciones. Algo similar ocurre en países de la región donde el costo de producción crece más rápido que el beneficio de las exportaciones.
En un mercado global donde el café se paga a precios históricos, la paradoja latinoamericana queda expuesta: mientras algunos productores aprovechan la coyuntura, otros -como Puerto Rico- cargan con déficits millonarios y programas en crisis.