Venezuela y China estrechan lazos, pero sin cheques en blanco: ¿una nueva era de cooperación productiva?
Tras años de millonarios créditos, el vínculo entre Venezuela y China toma otro rumbo: más de 600 acuerdos bilaterales para 2025, pero sin financiamiento directo. El gigante asiático apuesta por zonas económicas especiales y relaciones pragmáticas, mientras Caracas busca respaldo político en medio de la crisis.
En un contexto de transformaciones geopolíticas y crisis internas, Venezuela y China han dado un nuevo impulso a su histórica alianza, esta vez basada en acuerdos de cooperación concreta y no en préstamos multimillonarios. Según comunicaron ambos gobiernos, más de 600 proyectos bilaterales están previstos para 2025, abarcando áreas como ciencia, tecnología, agricultura e inversión.
El presidente Nicolás Maduro recibió recientemente a una delegación del Partido Comunista de China (PCCh) en el Palacio de Miraflores, donde junto a líderes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) abordaron una agenda de trabajo interpartidaria centrada en formación doctrinaria y cooperación política. La reunión fue calificada por el canciller Yván Gil como "un paso importante para construir una nueva sociedad basada en la justicia social" y avanzar hacia un nuevo orden internacional.
Este encuentro sigue a la cumbre China-CELAC realizada en mayo en Beijing, en la que el presidente Xi Jinping promovió nuevos vínculos con América Latina en áreas estratégicas como energía, comercio e industrialización, en medio de la escalada comercial con Estados Unidos.
Los tiempos de los créditos fáciles parecen haber quedado atrás. Durante más de una década, Venezuela fue el mayor receptor de fondos chinos en América Latina, llegando a gestionar el 45% del financiamiento total otorgado por Pekín en la región. Estos fondos, que se canalizaron a través del llamado "Fondo Chino", fueron ampliamente cuestionados por su mala gestión y escasos resultados tangibles.
De acuerdo con el Centro de Investigación China-América de la Fundación Andrés Bello, el uso caótico de esos recursos generó fuertes tensiones entre los gobiernos y terminó provocando el fin de los desembolsos en 2015, justo en plena crisis hiperinflacionaria.
Hoy, las prioridades chinas se han reorientado. Lejos de extender nuevas líneas de crédito, Beijing impulsa Zonas Económicas Especiales (ZEE), regiones delimitadas con incentivos fiscales y laborales para atraer inversiones en condiciones favorables. Estas zonas requieren menor desembolso inicial, permiten operar bajo sus propias reglas y emplean mano de obra nacional a bajo costo, algo que encaja con los intereses actuales del gigante asiático.
Según Parsifal D'Sola, director del Centro de Investigación China-América, es improbable que los nuevos acuerdos incluyan financiamiento directo. El foco estará en contratos de producción y zonas económicas, no en préstamos.
A pesar de las múltiples necesidades del sector energético venezolano, tampoco se prevén grandes inversiones chinas en petróleo. El economista y experto petrolero Francisco Monaldi afirma que la CNPC ha rechazado múltiples propuestas de PDVSA para desarrollar nuevos campos, y que los conflictos pasados y retrasos en pagos han enfriado esa relación. Algunas empresas chinas de servicios aún operan en el país, especialmente vinculadas a exportaciones en el mercado negro.
En contraste, Guyana -vecino y actual rival territorial de Venezuela- ha emergido como destino preferido de las inversiones petroleras chinas, lo que podría reconfigurar el equilibrio geoestratégico en la región.
El "modelo chino" parece haber ganado adeptos dentro del chavismo, especialmente tras el colapso económico de la última década. Incluso Nicolás Maduro Guerra, hijo del mandatario y figura en ascenso dentro del oficialismo, ha visitado China varias veces este año como parte del relanzamiento del vínculo bilateral.
En definitiva, la relación entre Caracas y Beijing se reinventa: menos dependencia financiera y más pragmatismo productivo, en un escenario donde los intereses geopolíticos, la supervivencia política y la eficiencia económica marcan el paso de una nueva fase estratégica.