El nuevo acuerdo comercial entre China y Estados Unidos trajo alivio a los mercados internacionales, aunque la falta de datos del USDA mantiene la incertidumbre sobre su impacto real. El compromiso chino de comprar 12 millones de toneladas de soja hasta enero y 25 millones anuales en los próximos tres años impulsó a Chicago, pero el efecto para la Argentina fue neutral: el diferencial de precios se achicó y los márgenes se ajustaron.

Mientras tanto, Brasil proyecta un aumento del 2,2% en su siembra de maíz, e India resiste la presión de Washington para abrir su mercado al maíz transgénico, en un contexto donde los flujos comerciales globales comienzan a redefinirse. En el sur, el agro argentino mantiene su potencial intacto, pero enfrenta viejos desafíos: clima, infraestructura y políticas cambiantes.

A nivel local, el campo muestra señales mixtas. La soja sostiene precios firmes y ventas ágiles, el maíz se encamina a una cosecha récord y el trigo avanza con fuerza, aunque las lluvias excesivas generan complicaciones en buena parte de la provincia de Buenos Aires.

El exceso de lluvias, sobre todo en el noroeste bonaerense, impidió implantar parte del maíz temprano y complica la planificación de soja tardía. Sin embargo, para el resto del país las precipitaciones son vistas como positivas en términos productivos.

Los precios internos mantienen un plus frente a los derechos de exportación, resultado del breve período de DEX cero, y aunque las ventas de soja se desaceleraron, siguen a ritmo normal. En el caso del trigo, el productor aprovechó precios bajos pero seguros, lo que duplicó el promedio histórico de ventas para esta época. El maíz, en cambio, sigue siendo la reserva: hay más consumo interno, pero también mucho grano retenido que pasará de campaña.

Otro punto clave es la logística portuaria: el sistema deberá manejar simultáneamente el embarque de soja a China, la exportación de trigo y los envíos de harina de soja, todo dentro de una capacidad limitada. La congestión amenaza con convertirse en un cuello de botella si las condiciones climáticas y de infraestructura no acompañan.

La región, en tanto, sigue marcando el pulso: Brasil combina superficie, biotecnología y financiamiento externo; Uruguay y Paraguay sostienen la eficiencia logística; y Argentina, pese a su potencia productiva, necesita previsibilidad y mejora en costos de transporte para recuperar terreno.

El escenario global ofrece una ventana de oportunidad: precios internacionales sostenidos, mayor demanda de proteínas y un interés renovado por la trazabilidad y la sustentabilidad. Si el país logra capitalizar sus ventajas en volumen y calidad, podría escalar posiciones en un mercado que premia la certificación ambiental y la diversificación de productos.

En síntesis, el agro argentino vuelve a mostrar músculo productivo, pero el desafío está en transformar volumen en valor. Entre las lluvias, los récords y un tablero internacional cambiante, la Argentina se debate entre ser protagonista o espectadora de una nueva etapa del comercio agrícola global.