De desecho a energía: el biogás transforma la avicultura en El Salvador
Un proyecto pionero en Zaragoza convierte residuos avícolas en energía limpia y fertilizante natural. La iniciativa, impulsada por una empresa local, mejora la calidad de vida de las comunidades vecinas y abre una nueva ruta para la sostenibilidad agroindustrial.
Biogás en El Salvador: menos contaminación, más energía y un nuevo modelo para la avicultura
En Zaragoza, municipio del departamento de La Libertad, el aire ya no huele como antes. Donde antes predominaban el mal olor, las moscas y las quejas constantes, hoy hay una comunidad que respira aliviada. La razón no está en una obra vial ni en un nuevo centro comercial, sino en una planta de biogás construida por una de las principales empresas avícolas del país.
La empresa Avícola Campestre, productora de huevos con alcance nacional, decidió ir más allá de los estándares tradicionales de gestión ambiental y apostar por un sistema que convierte el estiércol de pollo en energía renovable y fertilizante orgánico. La planta fue desarrollada con apoyo técnico de la FAO y del Ministerio de Medio Ambiente, en el marco de una estrategia nacional que busca integrar energías limpias a la agroindustria salvadoreña.
"Antes, no podíamos ni abrir las ventanas por el olor", recuerda María de los Ángeles Mejía, vecina de la zona. "Hoy es otra historia. La gente nota el cambio".
El sistema funciona mediante biodigestores anaeróbicos, que procesan los residuos orgánicos generando metano, el componente principal del biogás. Este gas se utiliza para alimentar calderas, secadores y generadores eléctricos dentro de la misma granja. A su vez, el lodo que queda tras el proceso se transforma en biofertilizante, utilizado en cultivos propios o distribuidos a productores locales.
"Cerramos el ciclo productivo. Reducimos residuos, generamos energía y devolvemos nutrientes al suelo", explica Mario Rivera, gerente ambiental de la empresa. En una industria que tradicionalmente ha estado bajo la lupa por su impacto ambiental, esta innovación representa un cambio de paradigma.
Además del beneficio ambiental directo, la producción de biogás contribuye a reducir la dependencia de combustibles fósiles, uno de los principales desafíos para las industrias en El Salvador, donde los costos energéticos tienen alto impacto en la competitividad.
El caso de Avícola Campestre no es aislado. Otras empresas avícolas y del sector porcino han comenzado a explorar la posibilidad de replicar el modelo, especialmente ante un escenario en el que las regulaciones ambientales son más exigentes y las comunidades exigen acciones concretas.
Carolina Orellana, especialista en energía renovable, subraya el potencial del biogás como solución estructural. "Transformar un pasivo ambiental en un activo energético es el camino para modernizar la agroindustria. Además, se generan empleos locales, se fomenta la innovación y se mejora la relación entre empresa y comunidad".
El proyecto también se alinea con los compromisos del país en materia de cambio climático, al reducir las emisiones de metano y dióxido de carbono. Desde el punto de vista técnico, los biodigestores requieren una inversión inicial considerable, pero su retorno se acelera en contextos de altos precios de energía y presión regulatoria.
En términos sociales, los beneficios son palpables. Menos olores, menos vectores de enfermedades y un entorno más saludable han mejorado la percepción de los habitantes de Zaragoza respecto a las granjas cercanas.
Este ejemplo marca un rumbo posible para la avicultura salvadoreña: un modelo que no solo produce alimentos, sino también energía y soluciones. "Queremos demostrar que se puede producir con responsabilidad, sin dañar el entorno ni la convivencia con la comunidad", concluye Rivera.