Gigantes de alimentos y agro caminan dormidos hacia la irrelevancia
Las grandes compañías de alimentos y agricultura están quedando atrás. Con baja inversión en I+D y lenta adopción tecnológica, su futuro está en juego.
En la industria agroalimentaria global, que mueve billones de dólares, se está abriendo una peligrosa brecha de innovación. Mientras empresas como Alphabet y Amazon destinan cerca del 14% de sus ingresos a I+D, gigantes como Nestlé, John Deere, Tyson Foods o PepsiCo apenas superan el 1%-3%, y en algunos casos reportan gastos en innovación prácticamente nulos.
Esta falta de inversión estratégica no solo limita la transformación digital del sector, sino que pone en riesgo su viabilidad futura. Las señales están por todas partes: las startups con tecnología prometedora fracasan no por fallas técnicas, sino porque los grandes actores del agro adoptan sus soluciones con una lentitud paralizante.
En paralelo, el capital de riesgo también se aleja: la inversión global en agrifoodtech cayó de US$51 mil millones en 2021 a US$15,6 mil millones en 2023, recuperándose ligeramente en 2024, pero aún lejos de su pico. Además, la mayor parte de los fondos se destinan a empresas orientadas al consumidor (como supermercados online), dejando de lado la tecnología a nivel de campo, como agricultura de precisión, robótica o edición genética.
La estructura misma del sector -ciclos de cultivo largos, regulaciones complejas, decisiones difíciles de revertir- ralentiza el proceso. Sin embargo, esta cautela se ha convertido en parálisis.
Casos como los de Abundant Robotics, TerrAvion, AppHarvest o Freight Farms demuestran que incluso las ideas más sólidas fracasan si los clientes no adoptan a tiempo. Los pilotos se extienden por años, los contratos no se concretan, y la falta de compromiso de los grandes deja a las startups sin capital ni tracción.
Mientras tanto, actores externos y tecnológicos avanzan en silencio. Las patentes agrícolas publicadas en EE.UU. se triplicaron entre 2020 y 2024. Empresas como DJI, Kubota, IBM y startups de robótica ya compiten en áreas clave que antes dominaban Monsanto o Deere.
El problema no es solo de inversión, sino también de liderazgo. Pocos CEOs del sector provienen del mundo tecnológico. La comparación es brutal: mientras Zuckerberg ofrece hasta US$300 millones a investigadores en IA, muchas empresas del agro no invierten ni eso en una adquisición completa.
A pesar de todo, hay señales de que el mercado recompensa la innovación. Cuando Deere compró Blue River por US$305 millones, su capitalización bursátil aumentó en US$12,3 mil millones. DuPont, BASF, FMC y CNH vieron incrementos similares tras adquisiciones tecnológicas. Sin embargo, estas operaciones son excepciones, no la norma.
La transformación es inevitable. Los modelos actuales, basados en activos físicos y cadenas lineales, están siendo reemplazados por plataformas basadas en datos, IA y automatización. El riesgo no es desaparecer de un día para otro, sino perder poder de mercado gradualmente frente a quienes sí construyen capacidades digitales.
¿Qué deben hacer los incumbentes?
-
Aumentar sustancialmente la inversión en I+D, al menos al 5% del ingreso.
-
Crear fondos de venture capital internos para adquisiciones estratégicas.
-
Desarrollar infraestructura de datos transversal, desde el campo hasta el consumidor.
-
Incorporar líderes con formación tecnológica real al más alto nivel.
-
Adoptar una cultura de "fail fast" para no desgastar startups en pilotos eternos.
-
Tener una visión clara y ambiciosa que inspire y marque el camino.
El sector agroalimentario todavía tiene ventajas: marcas, flujos de caja, logística. Pero la complacencia los está dejando atrás. Las tecnológicas y nuevos actores ya están construyendo los activos del futuro: propiedad intelectual, redes de datos y equipos de primer nivel.
El mensaje es claro: o invierten ahora, o quedarán como casos de estudio en libros de fracaso corporativo. El cambio ya comenzó.