La frambuesa mexicana enfrenta un punto de inflexión: cómo crecer en casa y frenar la producción ilegal
México lidera la producción mundial de frambuesas, pero el consumo interno sigue siendo bajo y las irregularidades en la propagación de variedades preocupan al sector. El desafío: expandir mercados sin descuidar la casa.
México lidera en frambuesa, pero necesita conquistar a sus propios consumidores
Con una demanda internacional en aumento, la industria mexicana de la frambuesa se encuentra en un momento de revisión profunda. Si bien el país se mantiene como el principal productor mundial del fruto, con Jalisco como su región emblema, los niveles de consumo interno siguen siendo sorprendentemente bajos: no superan los 150 gramos por persona al año, a pesar de que México tiene una posición privilegiada en la producción y abastece a mercados como Asia y Europa.
Durante el Congreso de Berries 2025, referentes del sector plantearon que Latinoamérica representa una oportunidad clave, con más de 680 millones de potenciales consumidores. El desarrollo de estrategias orientadas a fortalecer el mercado regional y el consumo doméstico aparece como uno de los pilares para sostener el crecimiento del sector, que hasta ahora ha enfocado sus energías en el comercio exterior.
La industria de la frambuesa mexicana está principalmente concentrada en el negocio de fruta fresca. Apenas un 5% de la producción se destina a congelado, equivalente a unas 10.000 toneladas. Sin embargo, el potencial del segmento congelado crece, dado que representa cerca del 40% de las 700.000 toneladas globales que se producen entre fresco y procesado. Esta alternativa permitiría diversificar la oferta, reducir desperdicios y abrir nuevas rutas de valor agregado, especialmente en cadenas de retail y alimentos funcionales.
El desafío de regular: variedades protegidas y producción informal
Más allá del mercado, el sector enfrenta un problema estructural que amenaza su sostenibilidad: la propagación ilegal de variedades vegetales. Si bien México cuenta desde 1996 con un marco legal para proteger la innovación genética, en la práctica existen canales informales que vulneran esa regulación, lo que genera tensiones entre desarrolladores de genética y productores.
El fenómeno no se origina solo por omisión, sino por necesidades concretas de los agricultores, muchas veces sin acceso formal a nuevas variedades. Por eso, desde la industria proponen una estrategia integral que combine medidas legales, soluciones técnicas y programas educativos, con el fin de disuadir y eventualmente reducir la propagación no autorizada.
Se trata también de garantizar que México siga siendo un destino atractivo para la investigación genética, y que los desarrolladores de nuevas variedades encuentren en el país un entorno seguro para invertir, licenciar y escalar sus programas.
Mientras tanto, la transición hacia nuevas variedades adaptadas a las condiciones mexicanas y a las exigencias del mercado marcará los próximos años. Será una etapa de ajuste y coordinación, en la que la cooperación entre actores será clave para no perder volumen, calidad ni proyección.
El fruto rojo que posicionó a México como potencia agroexportadora enfrenta hoy una etapa de madurez. Ampliar el consumo local y ordenar su modelo productivo aparecen como tareas urgentes para consolidar su liderazgo sin dejar de mirar hacia adentro.