Huancavelica apuesta al cuy: un proyecto rural que transforma vidas y economías familiares
Más de 250 familias rurales del distrito de Santo Tomás de Pata participan en un proyecto que busca fortalecer la crianza tecnificada del cuy, generando ingresos sostenibles y oportunidades de desarrollo local. La iniciativa también busca preservar prácticas ancestrales con enfoque productivo y comercial.
En las alturas de Huancavelica, una revolución silenciosa está en marcha. En el distrito de Santo Tomás de Pata, se puso en marcha un proyecto agropecuario centrado en la crianza de cuyes, con el objetivo de transformar la economía de más de 250 familias campesinas. Esta iniciativa, de fuerte componente social y productivo, promete impulsar el desarrollo rural con identidad cultural y enfoque de sostenibilidad.
El proyecto está liderado por la Agencia Agraria de Angaraes y forma parte de una estrategia del Gobierno Regional de Huancavelica para dinamizar la economía familiar campesina en territorios tradicionalmente excluidos del circuito comercial formal. El cuy, especie emblemática de la gastronomía andina, se convierte en una herramienta clave para mejorar los ingresos, garantizar seguridad alimentaria y empoderar a pequeños productores.
Cada familia beneficiaria recibe asistencia técnica integral, módulos de crianza tecnificada, capacitación en sanidad animal, alimentación balanceada, selección genética y comercialización. Además, se brindan talleres para promover el enfoque asociativo y la creación de redes de productores que permitan acceder a mercados regionales y, en el mediano plazo, a canales nacionales.
"El cuy es parte de nuestra cultura, pero también puede ser parte de nuestro progreso," expresó una productora de la comunidad durante la entrega de los primeros módulos. Con una inversión accesible y ciclos reproductivos cortos, el cuy representa una alternativa rentable y adaptable a las condiciones agroclimáticas de la sierra.
Los módulos entregados están diseñados para mejorar el bienestar animal, evitar enfermedades y facilitar el manejo zootécnico. Se componen de estructuras de madera elevadas, comederos, bebederos y techos que protegen de la humedad. El diseño permite mayor control sanitario y reducción de la mortalidad, aspectos críticos para lograr una producción eficiente y sostenible.
El proyecto también contempla la formación de promotores locales de desarrollo rural, que actuarán como multiplicadores de buenas prácticas entre sus comunidades. Esta metodología de "campesino a campesino" fortalece el tejido social, la autogestión y el protagonismo de las mujeres rurales, muchas de las cuales son las principales responsables de las unidades productivas.
El cuy, que tradicionalmente era criado para el autoconsumo o celebraciones familiares, ahora se perfila como un producto con alto potencial comercial. La carne de cuy es reconocida por su valor nutricional, bajo contenido graso y alta demanda en mercados urbanos. El reto, explican los técnicos del proyecto, es pasar de la producción familiar dispersa a una cadena articulada que asegure volumen, calidad y continuidad.
Los beneficiarios también reciben apoyo en temas de gestión empresarial, comercialización y marca colectiva. La idea es que puedan integrarse a programas de compras estatales, como Qali Warma o mercados itinerantes, y también acceder a certificaciones sanitarias que abran las puertas de restaurantes y supermercados.
En términos de impacto, se espera que cada familia beneficiaria logre duplicar sus ingresos mensuales en el plazo de un año, además de mejorar su dieta alimentaria, diversificar su economía y fortalecer su autoestima como actores del desarrollo. A su vez, se busca revalorizar prácticas ancestrales con criterios técnicos y visión de mercado.
Este proyecto no solo tiene dimensión económica, sino también cultural y ecológica. El cuy forma parte de la identidad de los pueblos andinos y su crianza a pequeña escala genera bajo impacto ambiental, sin necesidad de grandes extensiones ni insumos externos.
En un país donde las brechas entre el campo y la ciudad aún persisten, iniciativas como esta demuestran que el desarrollo puede ser inclusivo, arraigado y respetuoso del territorio. El cuy, pequeño en tamaño pero grande en simbolismo, vuelve a ocupar un rol central en la vida rural, esta vez como motor de cambio.