La crisis que afecta a Vietnam por el rechazo de envíos de frutas y hortalizas a mercados como China y la Unión Europea abre una ventana de oportunidad para países como Perú, que han apostado por la trazabilidad, la inocuidad y la sostenibilidad como pilares de su estrategia exportadora.

Durante los primeros meses de 2025, Vietnam sufrió un duro revés comercial: las exportaciones de durián, pitahaya y yaca fueron suspendidas o restringidas por la detección de residuos de metales pesados y deficiencias en el cumplimiento de los requisitos fitosanitarios. Este escenario provocó un endurecimiento de los controles y la suspensión de zonas de cultivo y centros de empaque.

Frente a este contexto, Perú consolida su liderazgo regional gracias a un modelo exportador que prioriza el cumplimiento riguroso de las normas sanitarias internacionales. La experiencia del país en productos como la uva, el arándano y el mango se sustenta en sistemas de trazabilidad robustos, uso responsable de insumos agrícolas y una cadena de frío eficiente que garantiza la calidad del producto desde el campo hasta el consumidor.

Expertos internacionales coinciden en que el futuro del comercio agroalimentario estará determinado por la capacidad de los países para demostrar prácticas limpias, sostenibles y trazables. En ese sentido, el modelo peruano destaca por su anticipación y adaptación, mientras otros actores como Tailandia y Filipinas también intentan avanzar en esa dirección.

La caída vietnamita pone en evidencia que el control de calidad ya no es un diferencial: es una exigencia para competir. Perú, con su enfoque técnico, inversiones en infraestructura y alianzas público-privadas, muestra que es posible escalar en los mercados más exigentes sin comprometer la integridad del sistema agroexportador.

La oportunidad es clara: mientras algunos pierden terreno por no cumplir, Perú avanza firme en el podio de los grandes exportadores hortofrutícolas del mundo.