La creciente inestabilidad geopolítica global, con nuevos focos de conflicto bélico, está sumando presión a los mercados de commodities agrícolas, generando más volatilidad en los precios y condiciones de comercialización. Esta situación obliga a los países exportadores -como Argentina- a revisar sus estrategias internas y asegurar reglas claras para el sector productivo.

En este contexto, el agro argentino vuelve a poner el foco en la necesidad de previsibilidad, especialmente respecto de los derechos de exportación (retenciones), una herramienta que ha sido históricamente conflictiva y que hoy genera incertidumbre de cara a una nueva campaña.

Mientras las cotizaciones de los granos bailan al ritmo de la guerra y las decisiones de grandes potencias, productores y exportadores reclaman señales claras del Gobierno. Las próximas definiciones en materia fiscal, tipo de cambio y presión impositiva serán claves para planificar inversiones, tecnologías y logística en un contexto donde el mundo demanda alimentos pero castiga la improvisación.

A nivel internacional, los analistas coinciden en que la demanda por granos se mantiene firme, pero los flujos comerciales están distorsionados por factores que van desde bloqueos navales hasta restricciones cruzadas entre países. La cadena agroindustrial argentina, por tanto, no solo mira el clima y los rindes: mira a Bruselas, Washington y Moscú con la misma atención que a la pizarra de Chicago.

El mensaje que circula entre técnicos, cámaras del agro y economistas es contundente: la incertidumbre externa exige orden interno. Y en un año electoral clave, los ojos están puestos tanto en las decisiones locales como en los vaivenes globales.