Inflación en agosto: el 1,9% trae alivio estadístico, pero preocupa al agro por sus costos dolarizados
La inflación fue de 1,9% en agosto y acumula 33,6% interanual. El agro observa con cautela: mientras el dato trae calma macro, los costos dolarizados y la brecha cambiaria siguen presionando la competitividad.
La inflación de agosto cerró en 1,9%, según informó este miércoles el Indec, y acumuló en los últimos doce meses un 33,6%, con un alza del 19,5% en lo que va del 2025. Aunque el dato se mantiene por debajo del 2% mensual por cuarto mes consecutivo -un hecho que no se veía desde 2017-, la lectura del fenómeno no es uniforme. Para la macroeconomía nacional, el resultado puede interpretarse como un alivio estadístico en medio de la incertidumbre electoral y cambiaria. Sin embargo, para el sector agropecuario, que concentra buena parte de las exportaciones y sostiene gran parte de las divisas que ingresan al país, la foto es más compleja: los costos dolarizados, la brecha cambiaria y la falta de previsibilidad en tarifas y logística siguen presionando sobre la competitividad externa.
Dentro de la canasta de precios, el rubro Alimentos y bebidas no alcohólicas registró un incremento del 1,4%, por debajo del promedio general. A primera vista, podría considerarse una buena noticia porque contiene la presión sobre el consumo interno. Sin embargo, para los productores de la agroindustria no significa necesariamente un alivio, dado que buena parte de sus insumos no se mide en pesos corrientes sino en dólares, y los saltos de la divisa o los ajustes en combustibles terminan trasladándose más rápido a sus costos que a los precios de venta. Lo mismo ocurre con los rubros de Transporte (3,6%), Combustibles y Restaurantes y hoteles (3,4%), que son más dinámicos y marcan el pulso de la economía real. En contraste, algunos sectores mostraron caídas o subas mínimas, como Recreación y cultura (0,5%) y Prendas de vestir y calzado (-0,3%), beneficiados por factores estacionales.
El dato agregado también mostró diferencias relevantes: los bienes aumentaron un 1,6%, mientras que los servicios treparon un 2,5%. En paralelo, la inflación núcleo fue del 2%, mientras que los precios regulados crecieron 2,7%, impulsados por aumentos en tarifas de vivienda, electricidad, gas y agua, todos componentes que impactan de lleno en la industria agroalimentaria. Desde el sector remarcan que estos ajustes terminan afectando el margen de competitividad, en un contexto en el que Argentina compite con Brasil, Uruguay y Paraguay, países donde la presión impositiva y los costos logísticos suelen ser menores.
Para el agro, lo que en la macro se festeja como estabilidad de precios, en la microeconomía productiva se percibe de otro modo. El productor no solo enfrenta el costo de los insumos dolarizados -fertilizantes, agroquímicos, maquinaria-, sino también una brecha cambiaria que achica los ingresos percibidos por exportación al liquidar al tipo de cambio oficial con retenciones. "La inflación baja es una buena señal, pero en el campo no vemos alivio real. Los costos suben en dólares y los márgenes se achican", señalan desde la Bolsa de Comercio de Rosario.
En las ciudades, la comparación con la medición de la inflación en la Ciudad de Buenos Aires (1,6%) muestra que los números se mantienen contenidos, aunque con diferencias en la composición. En CABA, el aumento en seguros y servicios financieros (5,7%) y en transporte (3%) explica buena parte de la presión inflacionaria. Para el agro, estos componentes también son relevantes: el transporte define los costos de flete de granos y carnes hacia los puertos, mientras que los servicios financieros inciden en el acceso al crédito, clave para encarar campañas agrícolas.
Consultoras privadas como C&T, Libertad y Progreso, Analytica y Ferreres ofrecieron estimaciones en un rango del 1,6% al 2,1%, lo que confirma que el consenso era una inflación contenida en agosto. El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central, en cambio, ya proyecta una aceleración hacia el 2,1% en los próximos meses, mostrando que la estabilidad lograda hasta ahora es frágil y depende en gran medida de factores políticos y del tipo de cambio.
La pregunta central es cómo afecta este escenario al agro argentino. En un contexto internacional en el que la demanda global de alimentos sigue firme y países como Brasil logran ampliar mercados en soja, maíz y carnes, la Argentina aparece condicionada por sus propios problemas internos. Una inflación relativamente baja puede mejorar la percepción macroeconómica, pero no soluciona el problema estructural de altos costos internos, presión fiscal y falta de previsibilidad cambiaria. Al productor argentino le resulta más caro mover su mercadería, acceder a insumos o proyectar inversiones que a sus competidores regionales.
De cara a los próximos meses, el desafío no será solo contener la inflación sino articular políticas que mejoren la competitividad del agro. Esto implica resolver la ecuación cambiaria, reducir la presión impositiva y garantizar reglas claras para el comercio exterior. La coyuntura muestra que Argentina tiene capacidad para mantener una inflación controlada, pero el sector agropecuario necesita algo más que estabilidad nominal: requiere condiciones estructurales que le permitan aprovechar el boom de la demanda global y no perder terreno frente a los vecinos.
En definitiva, el dato de agosto ofrece un respiro, pero la foto completa plantea una advertencia. La inflación se estabiliza en torno al 2%, pero los costos estratégicos para el agro siguen corriendo más rápido que los precios de venta. La Argentina no solo necesita mostrar estadísticas más ordenadas, sino también garantizar que su principal motor exportador, el agro, pueda competir en igualdad de condiciones en el tablero regional y global.