La expansión sojera de Brasil y Estados Unidos amenaza la competitividad argentina en harina de soja
El aumento productivo de los gigantes agrícolas presiona al complejo sojero nacional. Argentina sigue liderando en harina de soja, pero con una pérdida de terreno que amenaza la principal fuente de divisas del país.
La soja vuelve a ocupar el centro del debate económico argentino. El país atraviesa un escenario desafiante en su principal complejo exportador, mientras Brasil y Estados Unidos incrementan su producción y molienda, consolidando posiciones que erosionan la competitividad nacional.
Hace apenas una década, Argentina producía 62 millones de toneladas de soja, pero hoy apenas ronda los 50 millones. En el mismo período, Brasil duplicó su cosecha y alcanzó 170 millones de toneladas, mientras Estados Unidos escaló hasta los 120 millones. El contraste es contundente y plantea una amenaza directa sobre el rol argentino en el mercado mundial.
El problema se agrava porque la demanda china se estabilizó en torno a los 106-110 millones de toneladas de poroto de soja por año, sin perspectivas de crecimiento. En este contexto, los grandes productores buscan agregar valor: usan más aceite para biodiésel y diésel renovable, lo que a su vez genera un mayor volumen de harina de soja, el verdadero producto de exportación.
Argentina todavía se mantiene como líder mundial en harina de soja, pero la presión es cada vez mayor. Hace diez años, Estados Unidos exportaba 10 millones de toneladas de este subproducto; para el año que viene se proyectan 17,5 millones, un 72% más. La señal es clara: el liderazgo argentino ya no es incuestionable.
La situación repercute directamente en la economía nacional. En el Presupuesto 2026, el gobierno incluyó al precio de la soja y a la sequía entre los principales factores de riesgo para la estabilidad fiscal. La dependencia de este complejo exportador es tal que cualquier baja en los precios internacionales o pérdida de mercado golpea de lleno en la entrada de divisas y en la capacidad de pago de la deuda.
Sin embargo, el plan económico luce frágil. El presupuesto es considerado más una declaración de buenas intenciones que un programa firme. La ausencia de definiciones sobre las retenciones preocupa al sector: el Estado no puede prescindir de esos ingresos, que van directo al Tesoro y no son coparticipables. Tampoco se observan partidas específicas de respaldo para la Secretaría de Agricultura y Ganadería, lo que deja al productor expuesto frente a contingencias.
El ejemplo más claro es el Fondo Algodonero, que nunca se actualizó como correspondía y terminó siendo dado de baja. Bajo la actual visión oficial, cada productor asume íntegramente el riesgo de su negocio, salvo en circunstancias políticas puntuales, como las recientes inundaciones en Buenos Aires, donde se destinaron recursos de emergencia.
Mientras tanto, Brasil y Estados Unidos juegan fuerte, expanden su capacidad de molienda y aprovechan la estabilidad de sus políticas para ganar espacio en los mercados globales. Argentina, en cambio, sigue dependiendo de un motor agroexportador debilitado y sin una estrategia clara para sostener el liderazgo.