Agricultura

Aceite de oliva sanjuanino: identidad, calidad y valor agregado con sello oficial

La producción de aceite de oliva virgen extra en San Juan alcanzó un hito clave: recibió la Identificación Geográfica (IG), una certificación que respalda su origen, autenticidad y calidad.

En un contexto donde los consumidores valoran cada vez más la trazabilidad y el origen de los alimentos, el aceite de oliva virgen extra de San Juan se posiciona como un producto premium del agro argentino. Recientemente, esta producción tradicional obtuvo el sello de Identificación Geográfica (IG), un distintivo que garantiza su calidad y vínculo territorial, fortaleciendo su presencia en los mercados nacionales e internacionales.

Este logro es el resultado de un trabajo conjunto entre productores, el INTA, universidades, entidades públicas y privadas, con una fuerte impronta científica y técnica. Además de resguardar el patrimonio agroalimentario, la IG potencia el valor agregado del aceite sanjuanino, elevando su competitividad y aportando a la sustentabilidad y desarrollo regional.

El contexto agroclimático: clave en la identidad del aceite

San Juan posee condiciones climáticas y edáficas únicas, que favorecen el cultivo del olivo, árbol emblemático de la cuenca del Mediterráneo. Suelos pobres en materia orgánica, clima seco, amplitud térmica y una tradición olivícola consolidada conforman una combinación inigualable para la obtención de un aceite de oliva virgen extra de altísima calidad.

Las variedades implantadas, entre las que destaca la autóctona Arauco, junto con las prácticas culturales y el saber hacer local, dan como resultado un producto con características fisicoquímicas, sensoriales y biológicas distintivas, según explicó Pierluigi Pierantozzi, investigador del INTA San Juan y coordinador del Banco de Germoplasma de Olivos.

El respaldo de la Identificación Geográfica

La IG certifica que el aceite sanjuanino cumple con estándares exigentes de calidad, autenticidad y trazabilidad. Para acceder al sello, se deben verificar las variedades de olivo implantadas, asegurar que las plantas industriales cumplan con condiciones específicas y someterse a auditorías y controles durante la cosecha y elaboración.

A diferencia de la Denominación de Origen (DO), la IG exige que al menos una de las etapas (producción, transformación o elaboración) ocurra en la zona geográfica delimitada. Esto permite resguardar la identidad del producto sin excluir esquemas productivos mixtos o integrados.

Aceite de oliva sanjuanino: identidad, calidad y valor agregado con sello oficial

Ciencia, biodiversidad y articulación institucional

El rol del INTA fue clave para lograr esta certificación. Aportó respaldo científico, datos técnicos sobre las variedades cultivadas y caracterizaciones morfológicas y químicas del producto. En tanto, la Universidad Católica de Cuyo sumó el análisis organoléptico que completa el perfil de calidad exigido.

El Banco de Germoplasma de Olivos, reconocido por el Consejo Oleícola Internacional (COI), fue central en este proceso. Su colección de más de 100 variedades y 1.000 ejemplares representa una reserva estratégica de biodiversidad. En 2019, fue declarada Patrimonio Cultural y Natural de la Provincia de San Juan, reafirmando su valor histórico, científico y productivo.

Perspectivas para el sector olivícola argentino

La obtención de la IG abre una nueva etapa para el agronegocio olivícola argentino, especialmente en San Juan. Con este sello, se refuerzan las estrategias de comercialización, exportación y posicionamiento de marca, generando ventajas competitivas en un mercado global cada vez más exigente.

Además, fomenta las buenas prácticas agrícolas, la profesionalización del sector y la adopción de tecnología e innovación. También promueve el asociativismo entre productores, elemento clave para garantizar escala, calidad y sostenibilidad a largo plazo.

Agrolatam.com
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