Fruta Argentina al límite: ¿pueden salvarla las uvas chilenas y mandarinas egipcias?
La fuerte caída de aranceles y precios internacionales bajos permiten el ingreso masivo de uvas desde Chile y mandarinas desde Egipto. Mientras productores locales luchan por competitividad, el escenario alarma a economistas y cámaras del campo.
Productores frutícolas argentinos se enfrentan a un escenario complejo, dominado por la creciente llegada de productos importados que compiten directamente con la fruta nacional. Las uvas chilenas y las mandarinas egipcias encabezan este fenómeno que, aunque estacional, ha encendido las alertas en las principales regiones productivas como Mendoza, San Juan y el noreste argentino. El efecto no solo se mide en volúmenes, sino en precios de referencia, márgenes comerciales y políticas de defensa de la producción nacional.
Con un diferencial de hasta $7.000 por caja menos respecto a la uva nacional, el ingreso de fruta chilena ha desatado preocupación. Esta diferencia se debe a factores logísticos, arancelarios y fiscales, que colocan a los productos importados en una posición de ventaja estructural. La uva argentina, que ya enfrenta desafíos internos como los altos costos de insumos y la inflación, se ve obligada a competir en condiciones desiguales.
Costos, logística y desprotección fiscal
Las frutas importadas llegan al país en condiciones que dejan en evidencia los problemas estructurales del agro argentino. Las mandarinas egipcias, por ejemplo, fueron importadas por casi 290.000 kg entre enero y mayo, un volumen inusual para esta época del año. Estas frutas ingresan con precios de origen mucho más bajos, en parte por subsidios de origen, pero también por la alta carga impositiva que enfrenta el productor argentino, cercana al 50% del costo total.
Además, el marco logístico y fiscal argentino representa una pesada mochila. La necesidad de transportar fruta desde el norte del país o mantener stocks refrigerados fuera de temporada agrega presión sobre los costos. Por el contrario, los productos extranjeros llegan listos para góndola y con condiciones impositivas más favorables.
Una ventana comercial aprovechada por los importadores
El fenómeno ocurre particularmente en invierno, cuando la producción nacional decae. Esta estacionalidad, sumada a una demanda constante de fruta fresca, abre una ventana que operadores internacionales saben aprovechar. La caída de aranceles en el marco de acuerdos de libre comercio ha incentivado a importadores a traer fruta ya envasada, con estándares internacionales, pero sin los costos de producción nacional.
Aunque el SENASA reporta que los volúmenes importados no son masivos respecto a la oferta anual, el impacto en precios internos y en la percepción del consumidor es inmediato. El producto importado muchas veces aparece más barato en góndola y con mejor presentación, lo que presiona aún más al productor local a tecnificarse o perder mercado.
Respuestas institucionales y desafíos para el sector
Las cámaras frutihortícolas y exportadoras de Cuyo han manifestado su preocupación. Algunas voces reconocen que la apertura comercial también permite ingresar insumos agropecuarios clave, pero critican que no se aplique una lógica similar de protección a los productos terminados nacionales. La asimetría fiscal y regulatoria se convierte así en un obstáculo grave para la rentabilidad y la sustentabilidad del modelo frutícola argentino.
En este contexto, sectores técnicos y empresarios coinciden en la necesidad de revisar las condiciones de competitividad: desde el acceso a créditos blandos, hasta la logística integrada y el fortalecimiento de los estándares de calidad y trazabilidad. La posibilidad de agregar valor en origen, fomentar cooperativas y aprovechar herramientas del mercado de futuros son algunas de las alternativas para enfrentar la nueva realidad.