Maíz y plagas: el nuevo escenario sanitario redefine el manejo productivo en Argentina
Las plagas del maíz evolucionan y desafían a la producción argentina. INTA advierte que el futuro pasa por un manejo integrado y sistemas agrícolas más resilientes.
El maíz argentino atraviesa un escenario sanitario inédito que obliga a repensar las estrategias de manejo. Si bien las plagas siguen siendo las mismas, el aumento de la superficie sembrada, el uso extendido de tecnologías Bt y las variaciones climáticas modificaron su comportamiento. El resultado es una mayor presión sobre los cultivos y un conjunto de amenazas que plantean nuevos desafíos para la producción.
Desde el INTA advierten que ya no alcanza con controlar insectos de manera aislada, sino que la clave es diseñar sistemas agrícolas más resilientes. "Las plagas no cambian solas, se adaptan y evolucionan de acuerdo con el agroecosistema. El futuro del manejo depende de cómo diseñamos los sistemas agrícolas más que de la plaga en sí misma", señaló Diego Szwarc, investigador del INTA Reconquista, Santa Fe.
Uno de los cambios más notorios es la expansión de la chicharrita del maíz (Dalbulus maidis), que en la campaña 2023/24 se extendió hacia el centro y sur de la zona maicera. Favorecida por inviernos más benignos y el escalonamiento de siembras, esta plaga emergente plantea una alerta creciente. "Es una plaga sobre la cual todavía tenemos que generar conocimiento para su manejo y el complejo que transmite", advirtió Szwarc.
En paralelo, se consolida el desafío que representa Spodoptera frugiperda, la cogollera, considerada la "gran sobreviviente" del maíz. Su plasticidad alimentaria, sumada a generaciones superpuestas casi todo el año, le permitió desarrollar resistencias múltiples a eventos Bt e insecticidas, con casos documentados en Brasil y en Argentina. Este escenario enciende señales de alarma y obliga a implementar estrategias proactivas para evitar que la resistencia se expanda en nuestro país.
Otro frente abierto es la oruga de la espiga (Helicoverpa zea), cuya incidencia en maíces tardíos con Bt trepó a niveles preocupantes, con reportes de hasta un 98 % de lotes afectados. Más allá de las pérdidas directas en el rendimiento, esta plaga favorece la proliferación de hongos y la contaminación con micotoxinas, un riesgo que impacta en la inocuidad alimentaria y que requiere atención inmediata.
En contraposición, Diatraea saccharalis, el barrenador de la caña, perdió protagonismo como plaga clave en maíz gracias a la adopción de híbridos Bt, aunque aún persiste en caña de azúcar, sorgo y maíces convencionales. Sin embargo, ya se registraron casos de resistencia en la región, lo que confirma que no puede darse por controlada.
Ante este panorama, los especialistas insisten en que el camino es un Manejo Integrado de Plagas (MIP) con una visión holística. La propuesta incluye diversificar siembras, promover rotaciones, potenciar el control biológico tanto con bioinsumos como mediante un mejor diseño de paisaje, mantener refugios en cultivos Bt y aplicar fitosanitarios de manera responsable. "La pregunta ya no es cómo controlar una plaga, sino cómo diseñar sistemas agrícolas que no las favorezcan. Pasar del control al manejo y posteriormente al manejo integrado del agroecosistema, desde una visión integral y sistémica. Ese es el futuro si queremos sistemas productivos, resilientes y sostenibles", concluyó Szwarc.
En definitiva, el nuevo mapa sanitario del maíz obliga a la Argentina a repensar su modelo productivo. El desafío no es solo mantener la competitividad en un escenario de plagas más agresivas y adaptables, sino también anticiparse para evitar que las resistencias limiten las herramientas disponibles. El mensaje es claro: el futuro del maíz dependerá menos de la lucha contra cada insecto y más de la capacidad de construir sistemas agrícolas inteligentes, diversificados y sustentables.