Aapresid en alerta: la siembra directa retrocede al 82% y la labranza vuelve a ganar terreno
Un relevamiento de la Red de Manejo de Plagas (REM) reveló que casi el 20% de los lotes agrícolas volvió a la labranza convencional. Aapresid advierte que es un "atajo peligroso" frente a las malezas resistentes y llama a sostener la sustentabilidad de largo plazo.
La siembra directa, una de las revoluciones más importantes de la agricultura argentina y reconocida en el mundo como un modelo de conservación de suelos, atraviesa un momento de retroceso. Según un relevamiento de la Red de Manejo de Plagas (REM) de Aapresid, la adopción cayó del 95% histórico al 82% en la última campaña.
Esto significa que casi el 20% de la superficie agrícola nacional volvió a la labranza, una práctica que, si bien permite un control coyuntural de malezas, compromete la sustentabilidad lograda en las últimas décadas.
"El retroceso del 95% histórico al 82% actual debe leerse como una señal de alerta. El desafío es evitar decisiones reactivas que resuelvan una campaña, pero comprometan la sustentabilidad futura", señaló Aapresid en un comunicado.
La entidad subrayó que la siembra directa redujo la erosión, mejoró la infiltración de agua y disminuyó las emisiones de gases de efecto invernadero, además de posicionar a la Argentina como líder global en conservación de suelos.
El estudio de la REM muestra que el retorno de la labranza es más evidente en Entre Ríos, Chaco y Santa Fe, donde más del 20% de la superficie agrícola volvió a ser removida. En Buenos Aires, Córdoba y Santiago del Estero el porcentaje es menor, pero el impacto es alto en términos absolutos por la magnitud de su superficie agrícola.
Malezas, la causa principal
La encuesta de la REM reveló que el 53% de los lotes que salieron de la siembra directa lo hicieron para controlar malezas resistentes o tolerantes a herbicidas. En provincias como Chaco, Santiago del Estero y Santa Fe, ese porcentaje llega al 70%.
"La lucha contra las malezas se convirtió en uno de los principales motivos por el cual se rompe la siembra directa, comprometiendo décadas de construcción de un modelo sustentable", reconoció la entidad.
El tema viene generando polémica en el sector. El agrónomo Ernesto Cruz, conocido por sus altos rindes en maíz, sostuvo que la siembra directa no siempre alcanza, ya que puede generar compactación de suelos. En paralelo, varios asesores defienden la labranza ocasional como salida frente al avance de biotipos resistentes.
Aapresid, sin embargo, citó un estudio reciente de la FAUBA en Carlos Casares (Buenos Aires), donde se evaluaron lotes con más de 20 años de siembra directa. Los resultados mostraron que la labranza no redujo significativamente la cantidad ni la diversidad de malezas, sino que solo redistribuyó las semillas en el perfil del suelo.
"La labranza puede dar una sensación momentánea de control, pero no es una estrategia efectiva a largo plazo", advirtió la asociación.
Para Aapresid, el retroceso implica perder logros que costaron décadas de consolidar:
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Cobertura del suelo, clave para reducir erosión.
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Estructura y capacidad de infiltración, esenciales para la eficiencia hídrica.
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Balance ambiental, que coloca a la Argentina en la vanguardia global de la agricultura sustentable.
Por eso, la entidad insiste en avanzar hacia una "evolución" de la siembra directa, con más diversificación de cultivos, incorporación de cultivos de servicio e intensificación de secuencias.
"El reto ahora es sostener ese logro frente al avance de las malezas y la tentación de los atajos", concluyó Aapresid, en un llamado de atención a productores y asesores técnicos.
La advertencia llega en un momento crítico: con mayor presión de malezas resistentes, costos crecientes y un clima de incertidumbre económica, el riesgo de volver atrás en las prácticas de manejo pone en juego no solo los rendimientos, sino también la sustentabilidad de la agricultura argentina en el largo plazo.