No es solo sembrar: el valor de quienes sostienen el campo chileno
Hoy se celebra el Día del Campesino en Chile. Pero más allá de los discursos formales, hay una historia que se escribe cada día con manos curtidas, esperanza y convicción: la de quienes cultivan la tierra aún cuando todo parece estar en contra.
El campo chileno sigue en pie: homenaje a los que siembran con esperanza
Cada 28 de julio, Chile celebra el Día del Campesino, una fecha que conmemora la promulgación de la Ley de Reforma Agraria de 1967. Sin embargo, lo que realmente merece atención hoy no es un decreto, sino las miles de personas que, desde Arica hasta Chiloé, siguen trabajando la tierra con un compromiso inquebrantable.
En un país donde la agricultura enfrenta condiciones cada vez más desafiantes, el campesinado se mantiene como un pilar fundamental de la soberanía alimentaria, aún cuando sus esfuerzos rara vez aparecen en los grandes medios o en los balances económicos. No hay garantía de lluvias, ni precios asegurados, ni acceso fácil a financiamiento. Aun así, los cultivos brotan. No por inercia, sino por decisión.
"Yo no sembré por negocio. Sembré porque si no lo hacía, me sentía vacía", cuenta una agricultora de la región de Biobío, quien desde hace más de tres décadas mantiene viva una pequeña huerta agroecológica que alimenta a su comunidad. Como ella, miles de pequeños productores sostienen el sistema alimentario del país, no solo con productos, sino con prácticas, saberes y vínculos que atraviesan generaciones.
La agricultura familiar campesina representa hoy el 84% de los productores agrícolas en Chile, pero su realidad está marcada por la desigualdad. La concentración de tierras, la dependencia del mercado internacional, los efectos del cambio climático y la burocracia estatal dificultan su desarrollo. Sin embargo, el compromiso con la tierra sigue siendo más fuerte que las estadísticas.
El reportaje publicado por Diario Frutícola da cuenta de esto: sembrar en estos tiempos no es solo una labor productiva, es un gesto de resistencia y continuidad. En los últimos años, los cambios en las lluvias, el aumento de las temperaturas y la presión del mercado han forzado a muchos campesinos a reinventarse. Han migrado hacia sistemas más resilientes, diversificado cultivos y recuperado prácticas ancestrales que estaban siendo olvidadas.
Frente a la escasez de agua, por ejemplo, muchos productores han retomado técnicas de riego por goteo, cosecha de aguas lluvias, y asociación de cultivos que permiten una mejor conservación del suelo. La agroecología no solo se presenta como una alternativa productiva, sino como una filosofía que devuelve dignidad al trabajo de la tierra.
Pero el problema no es solo climático. También es político y social. "Nos piden formalidad, registros, facturas, certificaciones... pero ¿quién se detiene a pensar si tenemos internet o siquiera señal para enviar un correo?", cuestiona un productor de la región del Maule. Para muchos campesinos, el acceso a programas estatales sigue siendo una carrera de obstáculos.
No obstante, en medio de esas tensiones, florecen iniciativas solidarias, ferias locales, redes de consumo consciente, cooperativas y encuentros que devuelven al campesinado su papel protagónico en la construcción de un país más justo y sustentable.
En este Día del Campesino, el homenaje no debe quedarse en palabras, sino traducirse en decisiones concretas: políticas que reconozcan el rol estratégico del campo, inversiones públicas que lleguen a quienes realmente lo necesitan, y una ciudadanía que valore el origen de los alimentos que consume.
Porque el agricultor no solo produce. Educa, cuida, conserva. Sabe leer la tierra, anticipar el clima, guardar semillas, resistir modas y reinventarse sin perder su identidad.
Hoy, más que nunca, Chile necesita mirar al campo no como un problema por resolver, sino como una posibilidad de futuro. Un futuro con rostro campesino, con memoria viva, y con la capacidad de volver a sembrar incluso cuando no hay garantías, pero sí esperanza.