Soja latinoamericana: la campaña 2025/26 se proyecta récord y redefine el mapa global
Sudamérica refuerza su peso en el mercado de soja y se prepara para un escenario de tensiones comerciales entre EE.UU. y China.
En la última década, América Latina se consolidó como el corazón de la producción mundial de soja, desplazando a Estados Unidos y posicionando a la región como proveedor clave de las industrias procesadoras de Asia, especialmente China. El impulso estuvo liderado por Brasil, que no solo amplió su frontera agrícola sino que también rompió récords de producción, fortaleciendo su influencia en las cadenas globales de suministro de granos y oleaginosas.
Hoy, con la campaña 2025/26 en el horizonte y el fantasma de una nueva guerra comercial entre Washington y Pekín, el escenario coloca a Brasil, Argentina y Paraguay en un punto estratégico. De reactivarse aranceles o restricciones en el comercio de granos entre EE.UU. y China, los importadores asiáticos podrían profundizar su dependencia de Sudamérica, otorgando a la región un papel aún más central en la seguridad alimentaria mundial.
El crecimiento de los últimos años ha sido contundente. Según la Compañía Nacional de Abastecimiento (CONAB), Brasil expandió su superficie sojera en más de 10 millones de hectáreas desde 2021, pasando de 37 millones a 47,3 millones de hectáreas en 2024/25. El país alcanzó un volumen histórico de 169 millones de toneladas, consolidándose como el mayor productor mundial. Argentina, pese a un crecimiento más moderado, elevó su área de 15,8 a 17,1 millones de hectáreas, mientras que Paraguay pasó de 3,5 a 3,95 millones en el mismo período.
En conjunto, Sudamérica alcanzó en 2024/25 una producción de 230 millones de toneladas de soja, frente a las 193 millones de 2020/21. Este salto no solo refleja la expansión de superficie, sino también la inversión en tecnología agrícola, biotecnología y mejoras en la eficiencia productiva, particularmente en Brasil y Paraguay.
Sin embargo, los desafíos no son menores. Los expertos advierten que la creciente centralidad de Latinoamérica en el comercio mundial de soja también implica mayores responsabilidades. La región deberá lidiar con volatilidad de precios, tensiones logísticas y presiones ambientales en un contexto donde los consumidores internacionales exigen productos con trazabilidad y bajo impacto en deforestación. En Europa, por ejemplo, la implementación de la regulación sobre deforestación importada (EUDR) marcará un nuevo estándar que afectará directamente las exportaciones de soja y derivados.
En el plano geopolítico, un eventual recrudecimiento del conflicto comercial entre Estados Unidos y China podría acelerar los flujos hacia América Latina, pero también incrementar la exposición de la región a escenarios de sobredependencia. Los analistas señalan que una "Guerra Comercial 2.0" podría generar picos de precios y márgenes atractivos, similares a los experimentados en 2020-2022, cuando los productores brasileños llegaron a triplicar sus niveles históricos de rentabilidad.
A la vez, este escenario abre espacio para nuevas alianzas estratégicas entre países sudamericanos y Asia-Pacífico, reforzando la integración logística, el financiamiento de infraestructura portuaria y el desarrollo de cadenas de valor más diversificadas. Brasil ya avanza en acuerdos con China para ampliar inversiones en corredores bioceánicos, mientras Paraguay busca fortalecer su salida a los puertos atlánticos con el apoyo de socios comerciales.
La campaña 2025/26 será una prueba de fuego: si Sudamérica logra sostener su crecimiento productivo y adaptarse a las exigencias de sostenibilidad, podría consolidar definitivamente su rol como principal abastecedor mundial de soja. Para productores, traders y gobiernos, el reto será equilibrar la oportunidad de mayor influencia en el mercado con la necesidad de construir un modelo agrícola competitivo, sostenible y resiliente a las tensiones geopolíticas que se avecinan.