Cacao dominicano se cotiza como oro agrícola y enciende luces de alarma
El valor del cacao de República Dominicana se dispara en los mercados internacionales, siendo comparado con "oro agrícola". Pero este boom trae consigo inquietudes en productores sobre la sostenibilidad, la presión de la demanda y posibles riesgos para las comunidades rurales.
La República Dominicana vive un momento clave con su cacao: el grano criollo está siendo comparado con "oro agrícola" en los mercados internacionales. Los precios han alcanzado niveles excepcionalmente altos y han despertado tanto entusiasmo como cautela entre los actores del sector.
Según datos recientes, el cacao dominicano se cotiza en niveles superiores a los US$9700 por tonelada, lo que representa un incremento del 9% solo en el último mes. Aunque países como Ecuador cuentan con mayor superficie cultivada, la calidad percibida del "bean-to-bar" dominicano le permite disputar un lugar de privilegio en productos gourmet.
Este aumento en precios beneficia a muchos agricultores, especialmente a pequeños productores organizados en cooperativas que han logrado certificaciones orgánicas o de comercio justo. El retorno por tonelada puede triplicar el promedio histórico, lo que permite financiar mejoras en fincas, diversificación y acceso a crédito.
Sin embargo, el repunte también genera desafíos. La subida explosiva del valor del cacao tiende a atraer intereses externos, desde intermediarios sin escrúpulos hasta cadenas que podrían presionar por mayores volúmenes a expensas de perder calidad. En países vecinos, este fenómeno acompañó al auge del "oro agrícola" en cultivos como café o palma, con consecuencias negativas para los pequeños.
Un informe de un centro de investigación dominicano señala que el elevado precio puede incentivar cambios abruptos en el uso del suelo, la expansión sin planificación y la pérdida de diversidad genética. Además, se advierte sobre el riesgo de robo de grano, secuestro de cosechas o apropiación de tierras, tal como empezó a ocurrir en otras regiones cuando el cacao alcanzó precios similares.
Los exportadores destacan que este es un momento propicio para apalancar la calidad por sobre el volumen. "Tenemos una oportunidad histórica, pero es clave no perder identidad ni estándares éticos," comentó uno de los líderes del sector exportador en Santo Domingo. La clave es consolidar prácticas sustentables, trazabilidad y reforzar canales directos hacia mercados premium.
Otra dimensión del fenómeno es la presión en la cadena de suministro. Con tan solo 55000 toneladas producidas anualmente, la República Dominicana sigue detrás de gigantes como Costa de Marfil o Ghana, pero la calidad le abre nuevas puertas. No obstante, la logística, la infraestructura de secado y los recursos para inversión técnica son limitados, y podrían convertirse en cuellos de botella si la demanda sigue creciendo.
El incremento de precios beneficia hoy, pero plantea la necesidad de políticas públicas que acompañen el proceso. Se reclaman incentivos fiscales para inversiones en poscosecha, apoyo al acceso a certificaciones internacionales y esquemas de formación técnica para los productores familiares.
Además, el boom puede atraer atención indeseada. En casos previos en otros países, se documentó la presencia de redes criminales que secuestraron granos valiosos o presionaron a agricultores. El auge del "oro agrícola" puede ser terreno fértil para la violencia, si no se gestionan medidas preventivas.
A pesar de estos riesgos, el panorama es optimista. Las cooperativas locales destacan el papel de organizaciones como Khao Caribe y las asociaciones de cacao amanteigado para consolidar una estrategia de valor agregado. También celebran el impulso de iniciativas como el fair-trade y las pequeñas chocolateras que abren nuevas rutas en Japón, Europa y Estados Unidos.
El cacao dominicano goza hoy de una elevada cotización que lo ubica al nivel del oro agrícola. Un escenario de grandes posibilidades, que debe ser gestionado con prudencia para garantizar su sostenibilidad, proteger al productor y fortalecer la identidad del grano criollo. Si se balancea correctamente la riqueza con la regulación, este boom podría marcar el inicio de una nueva era para el agro dominicano.