Carne vacuna: precios firmes, mercados exigentes y el dilema argentino
El mercado internacional de la carne vacuna atraviesa uno de sus mejores momentos desde los picos de 2022.
El valor de los diferentes cortes y destinos muestra una tendencia firme: Europa paga cifras récord por la cuota Hilton, Brasil coloca a China cada vez más volumen a precios sostenidos y Uruguay se mantiene competitivo en la gama alta. En este contexto, Argentina celebra precios crecientes, pero también enfrenta sus propios fantasmas internos.
La foto global es clara: el precio FOB promedio de los principales exportadores ronda los u$s6.500 por tonelada, un 16% más que un año atrás. Uruguay encabeza con cifras que rozan los u$s7.400, Brasil aprovecha su escala para abastecer a China y Estados Unidos mantiene una firmeza sostenida en su mercado de vacas industriales.
Para la Argentina, la noticia es doble: por un lado, los precios de referencia son excelentes. El Hilton supera los u$s19.000 por tonelada y cortes como la tapa de cuadril hacia Brasil o el delantero a Israel cotizan muy por encima de 2024. Pero del otro lado está la realidad: retenciones, brecha cambiaria y reglas de exportación inestables que siguen recortando la competitividad.
Mientras los vecinos consolidan su posición con previsibilidad, Argentina aparece como un jugador talentoso pero intermitente: cuando logra embarcar, vende caro; cuando no, queda atrapada en su propia burocracia.
El gran interrogante pasa por China, principal destino de la carne argentina. Allí los precios actuales están un 20% arriba de 2024, pero todavía entre 15% y 25% por debajo de 2022. La demanda se mantiene, pero más selectiva y con una competencia feroz de Brasil, que ofrece volumen y flexibilidad. Para Argentina, depender tanto de este mercado se vuelve un riesgo: si no diversifica, queda a merced de las condiciones que imponga Pekín.
El escenario invita a reflexionar: la carne argentina tiene prestigio, calidad y precio internacional. Lo que le falta es un marco de reglas claras para que ese potencial se transforme en un flujo constante de divisas. El productor y la industria pueden aprovechar este ciclo de precios, pero necesitan previsibilidad.
En definitiva, el momento es propicio. Pero como tantas veces en el agro argentino, la pregunta es si tendremos la capacidad política y económica de convertir el viento de cola en un rumbo sostenido, o si seguiremos siendo, una vez más, el país de las oportunidades desperdiciadas.