Cuba acelera su transición energética con foco en renovables para lograr soberanía nacional
El país redobla su apuesta por fuentes limpias como la solar, eólica y biomasa para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y garantizar el acceso estable a la electricidad. ¿Qué proyectos están en marcha y cuál es la meta al 2030?
En medio de un escenario energético desafiante, marcado por la volatilidad del mercado internacional de hidrocarburos y las limitaciones financieras internas, Cuba avanza en su estrategia para diversificar su matriz energética y apostar con fuerza por las energías renovables como vía hacia una soberanía energética sostenible y menos dependiente del petróleo importado.
El programa, impulsado por el Ministerio de Energía y Minas (Minem) y la Unión Eléctrica (UNE), tiene como horizonte el año 2030, con una meta ambiciosa pero urgente: que al menos el 37% de la generación eléctrica nacional provenga de fuentes renovables, en contraste con el 5% actual. Para ello, se proyecta la instalación de nuevos parques solares fotovoltaicos, parques eólicos, plantas de biomasa cañera y el aprovechamiento hidroeléctrico en zonas rurales.
Renovables como eje estratégico
La decisión de Cuba no es simbólica: el país sufre con frecuencia apagones prolongados, sobre todo en el interior, producto del deterioro de su infraestructura termoeléctrica y la escasez de combustibles. En este contexto, apostar por energías limpias no es solo una medida ambiental, sino una necesidad económica, política y social.
Según explicó el viceministro de Energía, Tatiana Amarán, el plan incluye:
Instalación de 92 nuevos parques solares en todo el país, con prioridad en zonas agrícolas y de difícil acceso.
Ampliación de la generación con biomasa, particularmente a partir de residuos cañeros, con plantas que ya operan en provincias como Ciego de Ávila y Sancti Spíritus.
Desarrollo de nuevos parques eólicos costeros, donde los estudios indican un alto potencial de generación estable.
Proyectos piloto de minihidros y microrredes rurales, orientados a mejorar la resiliencia de comunidades desconectadas de los sistemas centrales.
Además, se trabaja en el fortalecimiento de la infraestructura de transmisión, integración digital de fuentes renovables a la red nacional y creación de un marco normativo más atractivo para la inversión extranjera en el sector energético.
Financiación e inversión: el reto principal
Uno de los mayores obstáculos para acelerar esta transición es el acceso a financiamiento e insumos tecnológicos, debido al bloqueo económico impuesto por Estados Unidos y a las restricciones cambiarias que enfrenta el país.
Para contrarrestarlo, Cuba ha firmado acuerdos de cooperación con países como China, Rusia, Vietnam, España y Alemania, que incluyen desde la provisión de paneles solares hasta la construcción de plantas completas bajo esquemas de cofinanciamiento o donación.
Asimismo, se espera que en los próximos meses se avance en alianzas público-privadas (APP) y en la participación de capital extranjero en proyectos específicos del sector renovable, a través de la Zona Especial de Desarrollo Mariel y otras modalidades de inversión mixta.
Transición energética con rostro social
Uno de los pilares de la estrategia cubana es garantizar que la transición no deje a nadie atrás. Por eso, se prioriza la electrificación de zonas rurales que aún dependen de generadores diésel costosos y contaminantes, así como la implementación de programas educativos y de formación técnica para jóvenes y profesionales en energías limpias.
En ese sentido, se están desarrollando centros de innovación y capacitación en energía renovable, en alianza con universidades cubanas y organismos internacionales como ONUDI, PNUD y el GEF.
Para las autoridades cubanas, esta transición energética no solo representa una solución técnica, sino una apuesta por la autonomía nacional, la justicia social y el compromiso con la agenda global contra el cambio climático.