Cuba sin turistas y con excedentes agrícolas: tensión entre cifras oficiales y la realidad del campo
Mientras medios estatales alertan sobre productos agrícolas que no encuentran salida ante la baja del turismo, otros sectores cuestionan si esos excedentes realmente existen. La caída de visitantes pone en jaque al modelo económico y al relato oficial.
Turismo en crisis, divisas que no llegan
La economía cubana atraviesa una encrucijada delicada. La caída del turismo internacional -uno de los pilares económicos del país- no solo implica una merma de ingresos por divisas, sino que pone al descubierto tensiones estructurales entre producción agrícola, abastecimiento interno y planificación estatal.
Según un informe reciente publicado por Cubadebate, la menor llegada de turistas impacta directamente en la capacidad del país de generar dólares -se estiman US$ 2.300 millones anuales directos, y hasta US$ 8.000 millones considerando impactos indirectos- pero también desestabiliza sectores productivos que dependían del turismo como canal comercial prioritario, como la agricultura y la agroindustria.
El agro produce, pero no vende: ¿hay excedente o escasez?
El artículo de Cubadebate advierte que la caída de la demanda hotelera ha generado excedentes agrícolas sin destino, algo que entra en franca contradicción con los discursos oficiales en el Parlamento, donde varios ministros habían afirmado que la falta de turistas se debe, precisamente, al desabastecimiento de alimentos y no al revés.
"El sector agrícola, que destina un volumen significativo de su producción al abastecimiento de la industria turística, enfrenta ahora excedentes que no encuentran mercado interno alternativo", afirma textualmente el medio oficialista.
Sin embargo, esta versión fue rápidamente refutada por 14ymedio, medio independiente cubano que advirtió que ese diagnóstico "está en franca discordancia con las cifras reales de producción agropecuaria o la industria manufacturera, por no hablar de los deseos de los cubanos de ver en los supermercados ese inesperado excedente".
Una brecha entre el campo y la góndola
Este contrapunto mediático refleja un problema estructural de fondo: la desconexión entre la producción agropecuaria y los canales de distribución internos. Aunque se producen determinados volúmenes agrícolas, los mismos no terminan abasteciendo al mercado doméstico, ya sea por razones logísticas, políticas, de acopio o por decisiones de priorización estatal.
La situación genera frustración tanto en el campo como en las ciudades. Productores que no encuentran salida a sus cultivos ven cómo sus alimentos se pudren o se subvaloran, mientras los ciudadanos enfrentan altos niveles de escasez, colas interminables y góndolas vacías.
La disyuntiva se agudiza porque, hasta hace poco, una parte considerable de la producción agropecuaria se destinaba a abastecer hoteles, resorts y cadenas turísticas estatales, que pagaban en divisas. Con la caída del turismo, el circuito se interrumpió, pero no se reconvirtió eficientemente para abastecer el consumo popular.
Un modelo en revisión: menos turistas, menos dólares
La contracción turística también afecta los ingresos por servicios, la recaudación fiscal, el empleo informal y los ingresos de miles de cuentapropistas que dependían del visitante extranjero. A esto se suma la fragilidad de la conectividad aérea, que limita la recuperación del sector.
Como informó el portal especializado REPORTUR.co, uno de los grandes desafíos de Cuba es restablecer los vuelos desde y hacia América Latina, así como mejorar la calidad de los servicios turísticos, diversificar los mercados y ampliar la oferta. Cuba supedita buena parte de su recuperación económica a esa reconexión.
En 2023, Cuba apenas alcanzó los 1,9 millones de visitantes internacionales, lejos de los 4,5 millones que recibía en 2018. La meta para 2025, según cifras oficiales, es recuperar parcialmente esos niveles, pero los indicadores actuales y las restricciones financieras lo ponen en duda.
La batalla por el relato
Lo que está en disputa no es solo una cuestión de logística agroalimentaria o planificación económica, sino la credibilidad de los mensajes oficiales frente a una sociedad que percibe una desconexión creciente entre lo que se dice y lo que se vive.
Si efectivamente hay excedentes agrícolas sin comercializar, la pregunta es por qué no llegan al pueblo. Y si no los hay, entonces el argumento de la prensa oficial sugiere una narrativa de autosabotaje del sistema, más difícil aún de explicar.
En el fondo, el caso de los presuntos excedentes sin destino simboliza una crisis más profunda: la falta de mecanismos flexibles, transparentes y eficientes que permitan adaptar el modelo económico cubano a un contexto global altamente cambiante.