Drones y quesos con denominación: la transformación digital de Turrialba
En Costa Rica, pequeños productores de leche usan tecnología aérea para mejorar pasturas y sostener la Denominación de Origen del queso Turrialba.
En las montañas de Turrialba, Costa Rica, el amanecer llega acompañado del zumbido de un dron. No es un lujo ni un experimento, sino la herramienta que permite a pequeños productores de leche medir con precisión la altura del pasto, planificar rotaciones y ajustar la fertilización. En un país donde la agricultura busca más productividad sin perder identidad, la tecnología se convierte en aliada de la tradición.
Para Matías Porras, productor de Santa Cruz de Turrialba, la diferencia es evidente: "Antes trabajábamos a ojo, sin medir. Con los drones todo cambió, ahora sé la altura del pasto y cómo manejar la alimentación". Los mapas aéreos permiten subdividir potreros, mover el ganado antes de dañar el rebrote y aplicar fertilizantes de forma dirigida. El resultado es concreto: más leche por hectárea, menos desperdicio y decisiones basadas en evidencia.
La digitalización no se exhibe como novedad tecnológica, sino como rutina de campo. El dron detecta manchas de estrés antes de que sean pérdidas, delimita franjas de bosque que deben preservarse y convierte la gestión ganadera en un proceso más eficiente.
Un queso con apellido
El vínculo entre tecnología y tradición se refuerza con el programa "De Turrialba a la Mesa", respaldado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). El objetivo es sostener y fortalecer la Denominación de Origen Turrialba, un queso con 150 años de historia, elaborado en las laderas del volcán bajo un microclima que le otorga características únicas.
La denominación exige trazabilidad, registros y calidad constante. Aquí los drones y los cuadernos digitales facilitan cumplir las normas sin añadir burocracia. "Hemos podido cuantificar cada potrero, rediseñarlos e identificar áreas de bosque y cultivos para ajustar el manejo diario", explicó José Luis Zúñiga, coordinador técnico del programa.
El valor agregado es claro: cuando una denominación funciona, convierte cultura y geografía en ventaja comercial, ofreciendo a las familias campesinas una oportunidad de sobrevivir en mercados cada vez más competitivos.
La digitalización rural en Costa Rica no se imagina con cada agricultor dueño de su propio dron. Según Federico Bert, coordinador de digitalización del IICA, la adopción en América aún es "incipiente" y más eficiente cuando se contratan servicios en lugar de equipos.
El modelo de acceso compartido permite que cooperativas, municipios o consejos de denominaciones organicen vuelos para sus asociados, reduciendo costos y asegurando que la atención del productor esté en el manejo y no en la tecnología. Para avanzar, las políticas públicas deberían cofinanciar centros de servicios compartidos, formar operadores locales y garantizar que los datos regresen a los productores en formatos abiertos.
Una hoja de ruta para el campo
Turrialba ofrece un modelo que Costa Rica podría escalar a nivel nacional. La propuesta incluye cuatro pasos:
Incluir a todos los productores mediante bonos digitales que financien servicios de drones ligados a prácticas climáticamente inteligentes.
Complementar lo digital con lo físico, invirtiendo en infraestructura básica como tanques de enfriamiento, abrevaderos o cercas.
Proteger la historia, reforzando las denominaciones de origen con evidencia digital y laboratorios que garanticen calidad en cada temporada.
Ser realistas, evitando imponer la tecnología como obligación y fomentando su uso cuando genera valor tangible en cada finca.
El día a día de Porras resume la transformación: medir, rotar, documentar, ajustar. Con ello, el productor sabe cuánta pastura consumen sus animales, cómo balancear dietas y qué suplementos usar para optimizar la producción de leche. Lo que antes era intuición hoy se traduce en resiliencia frente a precios volátiles y mayores márgenes de ganancia.
Costa Rica tiene los ingredientes para convertir la experiencia de Turrialba en un modelo nacional de digitalización agrícola: fuerte organización rural, cultura de conservación y reputación internacional de calidad. El desafío es integrar las piezas y garantizar que la modernización llegue a todos los rincones del campo.
En Turrialba, el resultado se palpa en un queso con nombre propio. En el resto del país, puede significar dignidad para los productores, confianza para los consumidores y un campo que innova sin perder su esencia.