Agricultura

Girasol: el cultivo que vuelve a brillar y consolida su regreso en la campaña 2025/26

Con precios en alza, baja de retenciones y fuerte demanda externa, el girasol vive su mejor momento en una década y vuelve a ganar protagonismo en el agro argentino.

Aún sin florecer del todo, los campos del norte del país ya anticipan el color que marcará el paisaje rural en las próximas semanas. El girasol vuelve a expandirse con fuerza desde Chaco y Santa Fe hacia el centro y sur del país, en lo que promete ser la campaña más grande de los últimos diez años.

El cultivo, que alguna vez fue símbolo de la rotación argentina, vive un nuevo auge. Precios internacionales firmes, baja de retenciones, clima favorable y una demanda externa sostenida impulsan al complejo girasolero a niveles que no se veían desde principios de los 2000. Según datos de Asagir, el complejo exportador generó más de US$ 1.400 millones en los primeros ocho meses del año, casi el doble que en 2024. La combinación de rentabilidad y estabilidad comercial reposiciona al girasol dentro del esquema productivo nacional.

"El productor vendió 47% más que el año pasado: 3,7 millones de toneladas contra 2,5 millones", detalla Jorge Ingaramo, asesor económico de Asagir. "Y las preventas de la nueva campaña ya suman 637.000 toneladas, un 370% más que el año pasado. Es impresionante", agrega.

Girasoles aún sin florecer

El contexto internacional explica buena parte del fenómeno. Hasta 2022, Rusia y Ucrania concentraban el 55% de la producción mundial de girasol y el 80% de las exportaciones de aceite. La guerra alteró esa dinámica y generó un cambio profundo en el mercado global. Con las rutas del mar Negro afectadas, Europa enfrentó dificultades para abastecerse y buscó nuevos proveedores. La relación stock-consumo global cayó a 7%, cuando lo normal es 12%, y eso empujó los precios al alza.

En ese escenario, Argentina se convirtió en un actor clave: es el único país del hemisferio sur con volumen suficiente para abastecer a Europa entre febrero y octubre, justo cuando el continente no produce. "Tenemos el 8% del mercado mundial, y usamos ese 8% cuando ellos no tienen producción. Eso nos dio una posición estratégica", explica Ingaramo. El precio CIF Rotterdam se ubica en US$ 1.262 por tonelada, un valor 32% superior al promedio del período 2012-2021, lo que confirma la firmeza del mercado.

El atractivo del girasol también creció por la reducción de retenciones, que hoy oscilan entre el 5,5% y 7%, frente al 32% que rigió durante gran parte del período 2007-2015. "Con esas alícuotas tan altas perdimos más de un millón de hectáreas; hoy, con un esquema más razonable, el cultivo vuelve a recuperar terreno", destaca el economista.

Esa mejora de rentabilidad se tradujo en una expansión notable del área sembrada: en Chaco pasó de 155.000 a 481.000 hectáreas, y en Santa Fe, de 212.000 a 257.000 hectáreas. En el sur, la siembra recién comienza, pero el avance es firme. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires proyecta 2,7 millones de hectáreas y 5,8 millones de toneladas, lo que sería la mayor producción de la década si el clima acompaña.

Más allá de los precios, los especialistas subrayan que el girasol volvió a ganarse un lugar en los planteos productivos por su rusticidad y adaptabilidad. "En años Niña se la banca mejor que la soja; tiene raíces profundas y busca humedad abajo. En cambio, la soja se seca enseguida", explica Ingaramo. Esa fortaleza agronómica, sumada a su rápida comercialización y a un costo más moderado, atrae tanto a productores experimentados como a jóvenes que lo eligen por primera vez.

"Hay muchos menores de 45 años que venían de esquemas trigo-soja o maíz-soja y ahora prueban con girasol. Están entusiasmados", señala el asesor. El retorno del cultivo no sólo responde a la rentabilidad, sino también a una mayor estabilidad frente a los extremos climáticos, algo cada vez más valorado en un contexto de variabilidad.

El presidente de Asagir, Juan Martín Salas, destaca que la actual expansión se apoya en bases más sólidas que en los 90, cuando un exceso de oferta local desplomó los precios internacionales. "A fines de los 90 y comienzos de los 2000, la Argentina llegó a representar el 40% del mercado mundial de girasol. Hoy, con una participación del 7 u 8%, un incremento de nuestra producción no tiene el mismo impacto sobre los precios", explica.

Salas agrega que la estructura productiva e industrial es hoy más equilibrada, con una red de grandes exportadores y unas 20 o 30 pymes que procesan o exportan a nichos específicos. "Durante los años de los fideicomisos, el mercado perdió transparencia. Pero hoy grandes jugadores como Molinos, Cargill, LDC y ACA volvieron a moler girasol, y eso generó más competencia y dinamismo", resalta.

El girasol, además, tiene un incentivo adicional: una resolución oficial premia el contenido de aceite del grano, con un estándar base del 42%. Por cada punto adicional, se aplica una bonificación del 2% sobre el precio. "El promedio nacional ronda el 51% de materia grasa, lo que implica un sobreprecio cercano al 18% respecto del valor base", detalla Ingaramo.

En términos productivos, el cultivo también muestra una mayor eficiencia y sostenibilidad. Su capacidad para aprovechar mejor la humedad del suelo, su menor demanda de fertilizantes y su aporte a la rotación lo convierten en una alternativa clave dentro de los esquemas de agricultura sustentable. Además, su cosecha temprana permite diversificar los tiempos de trabajo y reducir riesgos operativos frente a otros cultivos más intensivos.

El complejo girasolero argentino exportó US$ 1.432 millones en los primeros ocho meses del año, superando ampliamente las proyecciones de años anteriores. "Hace cinco años estimábamos US$ 1.200 millones anuales, y ya estamos muy por encima. Es una locura", admite Ingaramo.

Para Salas, el desafío hacia adelante es seguir mejorando la transparencia del mercado y ampliar las herramientas de cobertura. "El girasol es un mercado chico, sin futuros ni opciones, y eso genera la sensación de que los precios se mueven de forma poco clara", reconoce. Desde Asagir trabajan en la creación de un mapa de compradores para visibilizar la diversidad de operadores y fortalecer la competencia.

El escenario actual muestra que el girasol argentino volvió a ocupar un lugar de relevancia en la agenda agroexportadora. Con una demanda externa sostenida, una industria más diversificada y un contexto local que empieza a favorecer la inversión, el cultivo se consolida como una pieza estratégica del modelo agroindustrial argentino, combinando rentabilidad, resiliencia y proyección internacional.

Agrolatam.com
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