Haití

Sembrar dignidad en Haití: el agro que desafía el hambre y la dependencia

Desde Pignon, una red de centros campesinos resiste la crisis alimentaria y siembra autonomía. Con semillas nativas, técnicas agroecológicas y un modelo solidario, los movimientos rurales haitianos entrenan a cientos de agricultores para producir, resistir y alimentar al país.

En medio del colapso institucional que sacude a Haití, los movimientos campesinos están creando sus propias soluciones para garantizar el alimento. En la zona rural de Pignon, al norte del país, funciona uno de los centros agroecológicos más activos: el Centro Jean Marie Vincent, impulsado por el movimiento Tet Kole Ti Peyizan Ayisyen, que desde hace dos años ha capacitado a más de 70 agricultores.

Con un enfoque centrado en la soberanía alimentaria, la reforma agraria y la producción libre de pesticidas, el centro entrega semillas, entrena a pequeños productores y desarrolla prácticas agrícolas sostenibles que combinan saberes ancestrales con adaptación al cambio climático. La zona, históricamente árida, cuenta hoy con sistemas de riego, agroforestería y cultivos diversificados de hortalizas, tubérculos y frutas.

"El objetivo es que el campesino alimente a su comunidad y transmita un conocimiento que respeta la tierra y se integra con nuestra cultura", explica Jonas Paul, referente de Tet Kole.

La iniciativa tiene una historia que nace desde la clandestinidad. Fundado en 1977 bajo la dictadura de "Baby Doc" Duvalier, Tet Kole fue legalizado recién en 1987. Hoy agrupa a más de 120.000 productores en todo el país, con alianzas con movimientos similares en la región.

"Queremos que el Estado nos vea como un modelo a seguir: producimos sin dañar la tierra, alimentamos con precios accesibles y promovemos la economía solidaria", afirma Bellot Fontulmé, integrante del movimiento.

El centro en Pignon no fue el primero: en 1988, un año después de su legalización, Tet Kole había abierto un espacio similar cerca de Puerto Príncipe, pero debió cerrarlo en 2024 debido al crecimiento de la violencia de las pandillas. Desde entonces, la experiencia se consolidó en Pignon, donde además funciona un banco de semillas nativas.

Resistencia campesina y autonomía frente a la intervención

La lucha por la producción propia también incluye el rechazo frontal a la dependencia de semillas industriales y transgénicas. Tras el terremoto de 2010, Haití recibió una "donación" de 500 toneladas de semillas patentadas por Monsanto, lo que encendió las alarmas entre los movimientos rurales.

"Investigamos esas semillas, vimos que no daban resultados y lo explicamos a los campesinos. Organizamos una marcha de 20.000 personas y logramos frenar su uso", recuerda Chavannes Jr. Baptiste, fundador del Mouvman Peyizan Papay (MPP), otra organización clave en la lucha agraria del país.

El mensaje de estos movimientos es claro: la solución a la crisis no vendrá desde fuera, sino desde la tierra y el trabajo comunitario. En medio del monte verde de Pignon, líderes campesinos debaten el futuro de Haití con una convicción compartida: solo el pueblo haitiano puede alimentar y reconstruir al país.

"Acá decimos que cuando hay mangos, nadie pasa hambre", comenta Wallens Merrien, de MPP, bajo la sombra de un árbol cargado de fruta. Consciente de que la narrativa internacional reduce a Haití al estigma de nación inviable, el campesinado haitiano responde con hechos: cultiva, enseña, protege la tierra y alimenta a su gente.

Agrolatam.com
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