Haití

Maniche vuelve a sembrar esperanza: el arroz haitiano resurge desde sus raíces

En el sur de Haití, una comunidad se organiza para recuperar sus campos y su dignidad agrícola frente a décadas de abandono y políticas que quebraron su soberanía alimentaria.

En Maniche, una pequeña localidad enclavada en las montañas del sur de Haití, un grupo de agricultores está volviendo a labrar la tierra con una convicción que supera las estadísticas. Allí, entre campos abandonados durante décadas y memorias de una época en la que el arroz era el corazón de la alimentación haitiana, la comunidad se organiza para recuperar algo más que un cultivo: su derecho a alimentarse a sí misma.

La iniciativa es liderada por la organización OMDIS (Organisation des Mouvements pour le Développement Intégré de la Suroeste), que desde hace algunos años promueve proyectos de desarrollo rural con fuerte anclaje comunitario. Con herramientas rudimentarias, semillas locales y conocimiento ancestral, los pobladores de Maniche están reacondicionando los canales de riego, restaurando terrazas agrícolas y sembrando arroz donde antes solo crecía el olvido.

De la autosuficiencia al colapso: ¿cómo Haití dejó de cultivar su arroz?

Hasta mediados de los años 80, Haití producía más del 95% del arroz que consumía. Su paisaje rural estaba salpicado de pequeños arrozales familiares que no solo alimentaban al país, sino que mantenían vivas las prácticas campesinas, las ferias rurales y una economía local profundamente conectada con la tierra.

Sin embargo, en 1986, el país fue presionado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para abrir sus mercados, reduciendo los aranceles al arroz importado del 50% al 3%. El resultado fue devastador: en poco tiempo, el arroz subsidiado desde Estados Unidos -conocido como "Diri Miami"- comenzó a inundar los mercados, desplazando al producto nacional y generando una quiebra masiva del campesinado.

Las consecuencias no se hicieron esperar: éxodo rural, pérdida de soberanía alimentaria, desempleo estructural y erosión del conocimiento agrícola local. La dependencia de las importaciones se volvió crónica: hoy, Haití importa más del 80% del arroz que consume, mientras sus campos, otrora fértiles, se convierten en tierra yerma.

Volver al arroz: cuando la solución viene desde abajo

En este escenario, la experiencia de Maniche adquiere una relevancia particular. Lejos de megaproyectos o donaciones externas, este esfuerzo nace desde la misma comunidad rural, con base en la solidaridad entre productores, el rescate de saberes campesinos y la puesta en valor del territorio.

OMDIS brinda acompañamiento técnico, semillas adaptadas al entorno local, capacitación en manejo agroecológico y un sistema rotativo de herramientas compartidas. Los agricultores, muchos de ellos mayores que trabajaron el arroz antes de la caída de los 80, transmiten sus conocimientos a las nuevas generaciones, enseñando desde cómo se limpia un canal de riego hasta los ciclos lunares más propicios para sembrar.

"El arroz es nuestra comida, nuestra cultura. Lo dejamos de sembrar porque nos hicieron creer que el importado era mejor. Pero hoy entendemos que si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer por Haití", dice Marie-Lucie, una productora de 63 años que volvió a cultivar con sus nietos.

Impacto comunitario: más allá del alimento

Aunque aún en escala limitada, los efectos ya se hacen visibles. Familias que antes dependían de ayudas alimentarias ahora comparten arroz cosechado en sus propios campos. Las escuelas rurales han empezado a incluir arroz local en sus menús escolares. La feria semanal en Maniche vuelve a ofrecer sacos con variedades criollas.

Además, se ha iniciado un diálogo con otros grupos de productores del sur haitiano, que ven en Maniche un ejemplo replicable, especialmente en zonas donde los efectos del cambio climático han hecho inviables otros cultivos. El arroz, adaptable y resiliente, está siendo revalorizado no solo como fuente de alimento, sino como símbolo de autonomía rural.

Obstáculos que persisten

Sin embargo, el camino no es fácil. La comunidad enfrenta problemas estructurales graves: falta de caminos en buen estado, escasa mecanización, nulo apoyo estatal y riesgos climáticos como inundaciones y sequías. La desprotección del agro haitiano sigue siendo profunda, y la presión de las importaciones subsidiadas no ha desaparecido.

Pese a ello, en Maniche crece una conciencia renovada: recuperar la agricultura no solo es posible, sino necesario para revertir la dependencia alimentaria que ha debilitado al país durante casi cuatro décadas.

¿Un modelo para otros territorios?

El caso de Maniche, aunque localizado, plantea preguntas fundamentales sobre el futuro de Haití:

¿Puede la agricultura familiar convertirse nuevamente en el eje de la economía rural?

¿Qué rol deberían jugar las políticas públicas para equilibrar el mercado y proteger al productor local?

¿Cómo revalorizar las prácticas agrícolas tradicionales en una época marcada por el desplazamiento del campo?

En tiempos donde la inseguridad alimentaria se ha profundizado en Haití, la experiencia de Maniche invita a pensar en un modelo de desarrollo agrícola centrado en las comunidades, en el territorio y en la soberanía del alimento.

Agrolatam.com
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