Cambios en el Inase: se acerca una designación clave
Tras el revés legislativo al DNU 462/25, el Gobierno mueve fichas en el organismo que regula las semillas. Martín Famulari ya actúa como máxima autoridad, pero falta la oficialización.
Martín Famulari, ingeniero agrónomo egresado de la UBA, es hasta ahora director de Innovación, Buenas Prácticas y Tecnología Agrícola de la Dirección Nacional de Agricultura, dentro de la Secretaría de Agricultura. Su nombre apareció desde el primer momento como el posible sucesor de Claudio Dunan luego del rechazo del DNU 462/25, que proponía disolver el Instituto Nacional de Semillas (Inase), quitarle su carácter descentralizado y trasladar sus competencias a la Secretaría de Agricultura. Tras ese revés legislativo, Famulari comenzó a cumplir funciones ejecutivas del organismo y fuentes oficiales señalan que ya ejerce como presidente, aunque resta que su cargo sea formalizado en el Boletín Oficial.
La designación de Famulari no es sorpresiva. En julio de 2025 fue nombrado con carácter transitorio como Director de Innovación, Buenas Prácticas y Tecnología Agrícola, un puesto clave para la incorporación de nuevas tecnologías, el impulso de prácticas sustentables y la mejora en la trazabilidad de la producción. Su perfil técnico lo posiciona como un funcionario con capacidad de tender puentes entre el Estado y el sector privado, especialmente en un ámbito tan sensible como el semillero, donde confluyen la investigación genética, la fiscalización de calidad y la protección de la propiedad intelectual.
Según la normativa vigente, Famulari fue designado transitoriamente por 180 días bajo el régimen del Sistema Nacional de Empleo Público (SINEP). Su formación académica y experiencia lo convierten en un cuadro técnico de carrera, lo que muchos dentro del sector interpretan como un signo de continuidad institucional frente a la incertidumbre que generó la iniciativa oficial de reforma.
En el terreno institucional, el rechazo al DNU fue decisivo: tras la caída del decreto, el Inase recuperó su condición de organismo descentralizado y la estructura de presidencia volvió a ser viable. No obstante, tras la salida de Dunan, la gestión quedó en una suerte de limbo funcional. Algunas áreas que habían sido trasladadas a la Secretaría de Agricultura comenzaron a retornar a la sede central en avenida Belgrano y fueron reincorporados trabajadores que habían sido puestos en disponibilidad.
Martín Famulari
Desde la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), la delegada Gloria Gómez expresó que la situación sigue siendo incierta y cuestionó la forma en que se llevaron a cabo los traslados de dependencias, la interrupción de servicios informáticos y la falta de habilitación de sistemas. Según la gremialista, esas demoras afectan tanto a la operatividad interna como a la confianza que productores y empresas del sector semillero tienen en el organismo.
El Inase fue creado en 1991 como autoridad de aplicación de la Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas. A lo largo de su historia atravesó varios cambios: en 2000 se dispuso su disolución como ente autónomo, en diciembre de ese mismo año volvió a funcionar de manera transitoria y en 2004 se restableció oficialmente su estructura. Desde entonces, el instituto asumió la responsabilidad de regular la producción, garantizar la calidad genética y supervisar la comercialización de semillas en el país. Además, protege las nuevas variedades fitogenéticas y fiscaliza el mercado, tareas fundamentales para sostener la competitividad del agro argentino en un contexto global cada vez más exigente.
En términos financieros, el Inase es un organismo superavitario. En 2023 manejó un presupuesto cercano a 10 millones de dólares y en 2024 esa cifra se duplicó a 20 millones. Se financia con recursos propios provenientes de los servicios prestados al sector semillero. La principal debilidad estructural radica en su plantel de personal: el 74% corresponde a contratos temporales, mientras que solo el 19% es permanente, lo que lo vuelve vulnerable a los vaivenes políticos y a las medidas de ajuste.
El perfil de Famulari combina la mirada técnica con la experiencia operativa. Ha trabajado en áreas vinculadas a la auditoría, la innovación tecnológica y la trazabilidad, elementos que hoy resultan claves para sostener la confianza de los mercados internacionales. En sus intervenciones públicas se ha definido como un apasionado del agro y de los procesos que garantizan la calidad de la producción: "Soy ingeniero agrónomo. Soy una pequeña parte de los que nos dedicamos a alimentar al mundo", expresó en una de sus intervenciones recientes.
En paralelo, la discusión por el futuro del Inase es también un símbolo de la tensión entre la política y el agro. Para el Gobierno de Javier Milei, la disolución del instituto era un paso dentro de un esquema más amplio de reforma del Estado, orientado a concentrar funciones bajo la órbita central de la Secretaría de Agricultura. Sin embargo, la resistencia política y gremial demostró que el Congreso y los trabajadores pudieron marcar límites a ese avance.
La expectativa ahora está puesta en la oficialización de la designación de Famulari. Para el sector privado, que necesita previsibilidad y reglas claras en materia de semillas, la recuperación del Inase como organismo autónomo es clave. Productores, empresas semilleras, laboratorios genéticos y exportadores reclaman una conducción estable que les garantice no solo control de calidad e identidad genética, sino también trazabilidad y protección de la propiedad intelectual de las variedades desarrolladas en el país.
La designación de Famulari se percibe entonces como un paso hacia la normalización. Sin embargo, los desafíos que enfrenta son enormes: deberá reconstruir credibilidad, reordenar la estructura interna, garantizar que los sistemas de control funcionen con eficiencia y atender las demandas de un sector que compite a nivel global contra potencias como Brasil, que ha fortalecido notablemente su sistema de certificación y registro de semillas, y que hoy lidera buena parte de los mercados internacionales.
En definitiva, la inminente llegada de Martín Famulari a la presidencia del Inase abre una nueva etapa. Su perfil técnico y su condición de funcionario de carrera aparecen como fortalezas frente a la incertidumbre. Pero la verdadera prueba será si logra consolidar al organismo como un actor confiable para el agro argentino, capaz de acompañar al sector en el camino de la innovación y la competitividad internacional, en un momento donde la calidad, la trazabilidad y la sustentabilidad son las palabras que definen el futuro del negocio de las semillas.
El INASE (Instituto Nacional de Semillas) es el organismo público encargado de regular, controlar y promover la actividad semillera en la Argentina. Su función principal es garantizar que las semillas que se producen, comercializan y utilizan en el país cumplan con estándares de calidad, identidad genética y sanidad.
En detalle, el INASE:
Regula la producción y comercialización de semillas, supervisando que cumplan con la Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas (Ley Nº 20.247).
Fiscaliza el mercado para evitar la venta de semillas ilegales o de baja calidad.
Protege la propiedad intelectual de las nuevas variedades, otorgando registros y reconocimientos a los obtentores (criadores de variedades vegetales).
Promueve la innovación y la investigación genética, asegurando que las variedades nuevas tengan trazabilidad y sean debidamente registradas.
Controla la calidad e identidad genética de las semillas, garantizando que el productor reciba lo que compra.
Colabora con la sustentabilidad del sistema agroalimentario, apoyando la disponibilidad de semillas de alta calidad para cultivos clave como soja, maíz, trigo y forrajeras.
En pocas palabras: el INASE asegura que en Argentina se produzcan y usen semillas confiables, registradas y de calidad, fortaleciendo la base de toda la cadena agroproductiva.