Agricultura

Jopo en el girasol: la amenaza que acecha desde Bolivia y preocupa al agro argentino

La detección del jopo en Santa Cruz encendió las alarmas en Argentina. Se trata de una maleza parásita que puede arrasar con los rendimientos de girasol. Los especialistas del INTA remarcan que la única defensa efectiva es el monitoreo temprano y la prevención en cada lote.

El jopo (Orobanche cumana) es una maleza parásita que se adhiere a las raíces del girasol y puede reducir el rendimiento a cero. Su reciente aparición en Santa Cruz, Bolivia, puso en alerta al sector agrícola argentino, que hasta ahora permanece libre de esta plaga.

Fernando Giménez, coordinador del Programa de Cereales y Oleaginosas del INTA, no dudó en definirla como "una parásita de altísima capacidad invasiva y reproductiva con gran impacto en los rendimientos".

El gran problema del jopo está en su semilla diminuta, capaz de permanecer viable más de 20 años en el suelo y de dispersarse en granos, maquinarias, agua, animales o calzado.

"Una vez que invade un lote, condiciona la rotación por más de una década", explicó Sebastián Zuil, especialista en girasol del INTA Rafaela. Y advirtió: "La clave es anticiparse, monitorear y prevenir. Si llega al país, el costo será altísimo".

En Europa y Asia, el jopo provocó pérdidas millonarias en los últimos años. Y la experiencia boliviana demuestra que su avance puede ser rápido y devastador.

Miguel Cantamutto, asesor internacional en malezas e investigador con trayectoria en el INTA, fue tajante: "Lo que estamos viendo en Santa Cruz es similar a los peores escenarios internacionales. La única forma de proteger a la Argentina es actuar antes de que ingrese".

Desde el INTA La Pampa, Andrés Corró Molas recordó que el monitoreo desde etapas tempranas del cultivo es hoy la herramienta más efectiva.

"El girasol parasitado se ve débil desde estadios iniciales como V4. El jopo se reconoce por un turión, un tallo sin clorofila que emerge del suelo, parecido a un espárrago. Con entrenamiento, se detecta fácilmente", explicó.

Los técnicos coinciden en que no hay soluciones químicas o biológicas efectivas en Argentina: la única estrategia es prevenir el ingreso y diseminación de la plaga.

Cada planta de jopo puede liberar medio millón de semillas, lo que multiplica de manera explosiva su capacidad de invasión. Por eso, el protocolo recomienda informar cualquier sospecha de inmediato al INTA o al SENASA.

"El desafío no es combatir una invasión ya instalada, sino evitar que ocurra. La colaboración de toda la cadena productiva será determinante", cerró Cantamutto.

Agrolatam.com
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