Cuba

Mandarinas peruanas reavivan un sabor perdido en Cuba

Después de años sin verse en los mercados cubanos, las mandarinas han regresado... pero como producto importado desde Perú. Su precio, 1.300 pesos por libra, equivale a casi la mitad de una pensión mensual, lo que las convierte en un lujo al alcance de pocos.

En las calles de La Habana, la aparición de unas frutas brillantes y aromáticas generó sorpresa entre transeúntes y compradores: las mandarinas han vuelto a Cuba, aunque ahora llegan desde Perú y con un precio que las coloca en la categoría de artículos de lujo.

Un vendedor ambulante ofrecía este jueves su mercancía cerca del Parque Central, con etiquetas que destacaban el origen peruano y la empresa exportadora responsable. El valor de 1.300 pesos la libra equivale a casi la mitad de una pensión mensual, lo que convierte a estas frutas en un símbolo de desigualdad económica en medio de la profunda crisis alimentaria que atraviesa la isla.

"No veía una mandarina hace más de cinco años", exclamó una señora mayor, con mezcla de nostalgia y sorpresa. Al escuchar el precio, su gesto se transformó en desazón. En contraste, un joven con mayor solvencia compró dos libras, justificando el gasto con la memoria familiar: "Mi madre siempre me hablaba de su infancia, cuando las manos le quedaban impregnadas del olor de estas frutas. Las compré para sorprenderla".

Las mandarinas que llegan a Cuba pertenecen a la variedad Murcott, también conocida como Mandarina Gold, apreciada por su pulpa jugosa, sabor dulce e intenso, piel rojiza fácil de pelar y pocas semillas. Son comercializadas por la empresa Inkagold, y su llegada a la isla responde a la creciente preferencia de los consumidores por productos importados que lucen más frescos y mejor presentados, pese a sus precios elevados.

Un retroceso en la tradición citrícola cubana

El contraste es notable: Cuba fue en décadas pasadas un importante productor de cítricos, con plantaciones destinadas al consumo interno y a la exportación, especialmente hacia la Unión Soviética. Naranjas, limones y mandarinas eran parte del paisaje cotidiano y de la imagen turística de la isla. Sin embargo, plagas, huracanes, pérdida de mercados internacionales y fallas en la gestión estatal llevaron a un desplome de la producción local.

Hoy, productos que alguna vez fueron abundantes deben ser importados, lo que incrementa la dependencia externa y deja en evidencia las limitaciones del sistema agrícola nacional. El caso de los cítricos es paradigmático: de símbolo de abundancia y orgullo nacional, pasaron a ser una rareza que provoca asombro en las calles cuando reaparecen en manos de vendedores privados.

Para muchos consumidores cubanos, la llegada de mandarinas peruanas representa más un choque emocional que un beneficio alimenticio real. El precio las aleja de la mayoría, pero despierta recuerdos de infancia y la ilusión de recuperar un sabor que parecía perdido.

"No sé si comerlas o guardarlas como un tesoro", bromeó un joven tras adquirir su bolsa. La frase resume el dilema de un país donde acceder a productos básicos se ha vuelto cada vez más difícil, y donde frutas que en el pasado se daban por sentadas ahora son vistas como una exclusividad reservada para quienes pueden pagarla.

Agrolatam.com
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