América Latina

Ajustar el riego en cerezos: claves para sincronizar suelo, clima y demanda hídrica

El manejo del riego define la productividad del cerezo. Especialistas explican cómo determinar cuándo comenzar, cuánto aplicar y con qué frecuencia regar, según las condiciones del suelo, la variedad y la fenología del huerto.

El agua es uno de los recursos más determinantes -y a la vez más desafiantes- en la producción de cerezas. Con cada temporada de riego surgen las mismas preguntas: ¿cuándo comenzar a regar?, ¿cuánto aplicar? y ¿con qué frecuencia hacerlo?. Las respuestas dependen, en gran medida, de la capacidad de retención de humedad del suelo, el último evento de precipitaciones y las características de cada huerto.

En zonas con suelos de alta capacidad de retención, las lluvias tardías pueden retrasar significativamente los primeros riegos e incluso la brotación. Cuando esa condición se combina con problemas de infiltración o saturación prolongada, pueden aparecer desbalances fenológicos, aumento de enfermedades radiculares e incluso mortandad de plantas.

En la práctica, se ha observado que los sectores bajos o con suelos más pesados suelen presentar heterogeneidad en el crecimiento vegetativo, efecto que hoy puede identificarse mediante teledetección y corregirse con una programación más precisa del riego.

Cómo determinar el inicio del riego

Antes de abrir las válvulas, los especialistas recomiendan monitorear el suelo con calicatas o sensores de humedad, para evaluar el nivel y la distribución de agua en los distintos horizontes del perfil radicular. El primer flush de crecimiento de raíces ocurre cuando la temperatura del suelo supera los 15 °C. Un riego demasiado temprano puede reducir esa temperatura y afectar la actividad radicular inicial.

También deben considerarse la variedad, el portainjerto, la edad del huerto y el uso de cubiertas plásticas o mallas. En los huertos jóvenes, con menor área foliar, la demanda hídrica es naturalmente inferior, mientras que bajo cubiertas la fenología y la transpiración se adelantan, modificando la curva de requerimiento de agua.

El portainjerto tiene un rol clave: define la distribución de raíces y el nivel de tolerancia a la humedad. Algunos sistemas radiculares, como los de Colt o Gisela 6, presentan comportamientos contrastantes frente al contenido de agua del suelo. Por eso, el inicio del riego no debe basarse en fechas fijas, sino en un seguimiento continuo del nivel de humedad y la condición fisiológica del huerto.

Cuánto y con qué frecuencia regar

La cantidad de agua aplicada depende del volumen efectivo explorado por las raíces, conocido como el "bulbo húmedo". El objetivo es alcanzar la capacidad de campo con una distribución homogénea del agua en ese volumen de suelo.

El tiempo de riego se calcula en función del tamaño del bulbo y de la precipitación efectiva del sistema, expresada en milímetros por hora (mm/h). Luego se valida con calicatas o sensores de humedad, ajustando el tiempo para evitar excesos o zonas secas.

Para definir la frecuencia de riego, se consideran variables como la evapotranspiración de referencia (ETo), el coeficiente de cultivo (Kc), la capacidad de almacenamiento del suelo y la eficiencia del sistema. El balance hídrico permite estimar la demanda bruta del cultivo y establecer el "desde" de cada estrategia.

El Kc -que refleja la demanda específica del cultivo según su etapa fenológica- es una referencia general y debe ajustarse con datos locales, idealmente validados por sensores de humedad. Estos instrumentos permiten construir historiales y tomar decisiones basadas en mediciones objetivas, reemplazando la subjetividad del "tacto de campo".

Los sensores más utilizados en cerezos son los de Reflectometría de Dominio de Frecuencia (FDR) y Reflectometría de Dominio de Tiempo (TDR), que estiman el contenido volumétrico de agua mediante la constante dieléctrica del suelo. Existen tanto en formato portátil como en sondas fijas a distintas profundidades, lo que permite monitorear la evolución de la humedad y ajustar la estrategia en tiempo real.

En régimen de riego, el uso combinado de calicatas y sensores es la base de una programación eficiente. Las tecnologías actuales no reemplazan la observación directa, pero sí complementan y cuantifican la experiencia, transformando la intuición en información útil para decisiones precisas.

Así, el suelo marca el compás del riego, y afinar su lectura permite que cada gota de agua se use donde y cuando la planta realmente la necesita.

Agrolatam.com
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